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Testigos de Cristo, Jn 5:30-47 

Jn 5:30-32 “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envío, la del Padre"

Jesús reafirma su dependencia con el Padre. No hay competición entre el Padre y el Hijo. Pablo, en Filipenses 2:5-8, habla de ésta sumisión que el Hijo voluntariamente ofreció: “… no estimó ser igual a Dios… sino que se despojó a sí mismo…tomando forma de siervo, … se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Jesús se deleitaba en hacer la voluntad de su Padre (Jn. 4:34); en el discurso del “pan de vida” menciona que ha venido para hacer la voluntad del Padre (Jn. 6:38, 39) y en el huerto de Getsemaní ora para que se haga la voluntad de su Padre (Mt. 26:42). Toda su vida estuvo sujeta a la voluntad de quien le envió: del Padre.

Desde el versículo 19 Jesús ha estado argumentando sobre la relación del Padre con el Hijo. Ahora, aclara que, si Él da testimonio de sí mismo, su testimonio no es válido (Jn. 8:13,14,54). Jesús examina el principio universal que apunta: “el testimonio sin fundamentar, de una persona no se puede tomar en cuenta. Se debe tener dos o tres testigos” (Dt. 17:6; 19:15).