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Cuatro testimonios en favor de Cristo, 5:33-47
4) Las Escrituras 5:39-47
 

Jn 5:37-38 “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Gloria de los hombres no recibo. Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre a ese recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creerías a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿Cómo creréis a mis palabras?"

El último de los testimonios a los que apela Jesús es el de las Escrituras. Para el judío, las Escrituras lo eran todo. Se esmeraban en leerlas, analizarlas, estudiarlas y memorizarlas. Se dice que el niño varón a los doce años de edad ya sabía todo el Pentateuco. ¿Por qué Jesús les refiere a las Escrituras? Porque ellos las leían de una forma incorrecta. No buscaban a Dios, ni deseaban escuchar su voz a través de ellas, sino que las estudiaban para encontrar argumentos sobre sus propias creencias y la manera que la interpretaban. En Marcos 7:11 Jesús recrimina la manera incorrecta que tenían de interpretar la Ley de Dios. “Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte”. La ley mandaba “honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen”, pero ellos habían cambiado el sentido de esta ley. El grave problema es que ellos no iban a la Ley, traían la Ley a ellos; no estudiaban a Dios en las Escrituras, sino que ocupaban las Escrituras para defender su propia teología que habían fabricado.

Hay solo una manera de leer y estudiar las Escrituras: Buscar a Jesucristo y la salvación que ofrece. En Juan 7:38 Jesús dijo: El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Los judíos tenían “puesta su esperanza en Moisés”, pero solo era de labios, pues si creyeran en lo que Moisés habló acerca de Jesús, reconocieran a Jesús como el Mesías, el enviado de Dios, el Ungido, su Hijo Unigénito.

“..si otro viniere en su propio nombre, a este recibiréis” (5:43). El pueblo judío ya había sido participe de algunos impostores, que decían ser “el Mesías” y cada uno había tenido sus seguidores. En Marcos 13:6 Jesús les advierte sobre el tema, diciendo: “Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos”. Los engañadores dan a los hombres el camino fácil para compensar sus deseos, esa es la razón que adquieren seguidores con mucha facilidad. Jesús ofrece la vida eterna pero el camino que se debe transitar es difícil y angosto.

En los versículos 44 y 47 Jesús lanza dos preguntas a los judíos que le escuchaban: la primera sirve como introducción a lo que va a decir; y la última como conclusión a lo que mencionó. ¿Cómo podéis vosotros creer? A ellos les gustaba la alabanza de los hombres. Acostumbraban pararse en las esquinas de las calles y orar, para ser vistos de todos los hombres (Mt. 6:5); cuando ayunaban demudaban sus rostros para que todos les vieran (Mt. 6:16) o cuando daban ofrenda hacían tocar trompeta (Mt.6:3). Buscaban la alabanza de los hombres, pero ellos no buscaban la gloria que viene de Dios. ¿Cuál es esta gloria? La humillación, el sometimiento a Dios, el hacer su voluntad (Mt. 23:12; Stg. 4:10; Prov. 29:23; 18:12).

La voluntad de Dios está plasmada en el Pentateuco. Moisés escribió acerca de Jesús, el Hijo de Dios. Desde Génesis hasta Deuteronomio apuntan a Jesucristo. Pero los judíos se han condenado a sí mismo, al cerrar sus ojos a la verdad expuesta en la Escritura. Jesús termina esta enseñanza diciendo: “Si no creen en lo que Moisés escribió de mí, ¿cómo creerán en lo que hablo?