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Jesús, el pan de vida, Jn 6:25-59  

Jn 6:47-51 “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo"

Ya Jesús, en su discurso, expresa la condición de la vida eterna: “El que cree en mí, tiene vida eterna”. En esta sentencia se encierra la esencia de la salvación por gracia, no hay más que hacer, y nadie más en quien creer, solamente en aquel a quien el Padre señaló (27), y a quien ha enviado (44). Y para ello precisamente lo ha enviado, para entregar su carne, su humanidad, para entregar su vida y morir, para que nosotros tengamos vida eterna. Es por esto que Jesús les dice a los judíos: “Yo soy el pan de vida”, en comparación al “maná en el desierto” que comieron sus padres “y murieron”, pero quien come de él (Jesús) no morirá jamás, porque su poder es vida aun después de la muerte (39-40, 44), porque él es “el pan vivo que descendió del cielo”.

En el v. 51 Jesús expresa la relación de su carne con el pan de vida, y menciona que quien coma su carne “vivirá para siempre”. Esta figura nos lleva hasta el momento de la cruz, ya que Jesús está dispuesto a dar su carne “por la vida del mundo”; es aquí donde comienza la vida eterna, en el sacrificio de Jesús por toda la humanidad, el pan está partido, solo resta participar de él, comer de él. Esto se lleva a cabo al creer en él y aceptar su sacrificio.