El tono de la ira de los principales no disminuye al escuchar la respuesta de los alguaciles, al contrario, eleva la supuesta indignación y el sarcasmo en su siguiente pregunta: “¿También vosotros habéis sido engañados?” como si fuera una falacia seguir al Maestro, una contradicción, vaya, una locura (1 Co. 1:18). Claro que jamás alguno de los gobernantes, de los sabios, los letrados, los doctos de este mundo con su gran sabiduría, osaran siquiera considerar una opción seguir a Jesús (v. 48). Por el contrario, toda esa gente iletrada, ignorante, “que no sabe la ley”, que se atreve a creer en aquel que trae salvación al mundo, en aquel que hace milagros y señales poderosas, todos ellos, por el simple hecho de pobremente aspirar a una luz de esperanza, “maldita es”.