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A donde yo voy, vosotros no podéis venir, Juan 8:21-30  

Jn 8:21-24 “Otra vez les dijo Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir. Decían entonces los judíos: ¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir? Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”

La discusión anterior se suscita por el cuestionamiento de los fariseos sobre el supuesto falso testimonio de Jesús, acerca de su declaración sobre la Luz del mundo (v. 13); ahora, su disertación es hacia los judíos, a quienes advierte, que se irá y nadie de ellos irá con él, por estar alejados de Dios. La razón se deja ver en los vv . 21 y 24, donde Jesús repite la declaración: “en vuestros pecados moriréis”; razón suficiente para entender el alejamiento del hombre, de Dios. El pecado es la fuerza que mantiene al hombre alejado de Dios.

El v. 23 aflora una característica de los escritos de Juan: el contraste (luz-tinieblas, vida-muerte, día-noche, etc.); aquí, permite ver el abismal contraste existente entre Jesús y el hombre: “Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo”. El hombre es nacido de la carne, del polvo, Jesús es engendrado espiritualmente por el Padre, en la eternidad; el hombre pertenece a este mundo, Jesús no es de este mundo, Él viene del cielo. Jesús apela a su condición espiritual para hacerle notar al hombre, que él es el único ser que puede librarlo de su pecado para acercarse a Dios. Por eso les advierte: “porque si no creéis que yo soy”, esta última frase encierra la verdad teológica del Jesús histórico: “Yo Soy”, frase que apunta directamente a las escrituras del Antiguo Testamento donde quien ostentaba dicho título era Jehová Dios, el Adonai eterno, el Creador del cielo y la tierra, el Dios de los judíos, quien por medio de los profetas anunció en distintas ocasiones el advenimiento de su Hijo, el Mesías. Allí estaba, delante de ellos, ante sus propios ojos, tan cerca pero tan lejos; si no creían en este Mesías, enviado por su Dios, en sus pecados morirían.