Ya Juan había mencionado que algunos judíos habían creído en él (v. 30); ahora Jesús, les expresa las características de un verdadero discípulo: al permanecer en su palabra, ellos serían entonces “verdaderamente mis discípulos”, ya que, la permanencia en la palabra proporciona un conocimiento de la verdad. Aquí el conocimiento no es simple, básico, superficial, el significado de “conocer” tiene que ver con la intimidad, la relación o comunión del discípulo con la palabra, es aceptarla y obedecerla, hacer de ella una norma para el diario vivir. Adentrarse en la palabra de Dios es conocer la verdad, esa que proporciona una verdadera libertad, libertad del falso conocimiento, de la ignorancia, incluso del pecado. Por eso al conocer la verdad, “la verdad os hará libres”.
Los judíos apelan a la aparente libertad que viven bajo el yugo romano, considerando que a ese tipo de libertad se refería Jesús. Sin embargo, ignoraban totalmente que su voluntad y sus vidas, estaban bajo un yugo mucho más pesado: el pecado. A ello se refiere Jesús al declararles la verdadera libertad; sin embargo, Jesús no retarda su respuesta, fría, contundente: “de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”.
Para meditar: Mucha gente hoy dice creer en Jesús, están convencidos que la iglesia es el mejor camino, es lo correcto, pero siguen viviendo como esclavos del pecado. No terminan de entregar su vida y su voluntad a Jesús, para así, conocer al Hijo para que pueda liberarlos. No alcanzan a comprender que quien vive la esclavitud del pecado, termina en la perdición, pero que, “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.