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La preexistencia de Cristo, Juan 8:48-59  

Jn 8:51-53 “De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte. Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte. ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡Y los profetas murieron! ¿Quién te haces a ti mismo?”

El tenor de la revelación soteriológica (soter: salvador) lleva hasta una vida imperecedera que, de acuerdo al concepto bíblico, será efectiva al consumarse la redención en Cristo. No se trata aquí de una inmortalidad efectiva en el cuerpo del creyente desde el momento mismo de su salvación, más bien se habla de una inmortalidad gratuita que se aplicará a los cuerpos, al momento del arrebatamiento de la iglesia. Obviamente los judíos no entendían esto; para ellos, solo se trataba de una pretensión más del supuesto Mesías. “Ahora conocemos que tienes demonio”, afirmaban. Abraham ha muerto, los profetas han muerto, “¿Quién te haces a ti mismo?”. Nada más y nada menos, se trataba de Jesús el Mesías.