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JUAN CAPÍTULO 9  

Jesús sana a un ciego de nacimiento, Jn 9:1-12  

Jn 9:1-2 “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”

Los hechos y palabras del final del capítulo 8 fueron la conclusión de un día hostil para Jesús. En cambio, las circunstancias bajo las cuales aparece en el capítulo 9 son habituales y tranquilas. Además, Juan menciona que fue un sábado (v.14) así que tenemos entonces el inicio de una nueva narración.

El incidente registrado en este capítulo pudo haber sucedido en el área del templo (Hch 3:2); pero sin duda, había otros lugares donde los mendigos se sentaban. Evidentemente estos eventos sucedieron en algún momento entre la fiesta de los Tabernáculos y la fiesta de la Dedicación.

Al igual que hoy, era costumbre que las personas que se dedicaban a la mendicidad se ubicaran en la entrada del templo, tal como lo indica el libro de los Hechos 3:2. Ahí, Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Este hombre causó gran impresión en los discípulos, lo cual los motivó a preguntar a Jesús algo que reflejaba una creencia repudiada por él, ya que para los judíos, su cosmovisión con respecto a las enfermedades implicaba considerar estas como consecuencia de los pecados cometidos por los padres o por el mismo sujeto (9:34). En este caso, la opinión prevaleciente llevó a los discípulos a considerar esa ceguera, como una consecuencia de los pecados de los padres.

¿Cómo pudo haber pecado antes de su nacimiento? La escuela farisaica enseñaba que las almas buenas solo pasaban a un cuerpo sano; es decir, una creencia general sobre la preexistencia de las almas, que prevaleció tanto entre los rabinos y los alejandrinos. Otros, hablaban de pecados predestinados, es decir un castigo por anticipación.

La pregunta se formuló vagamente sin una observación estricta de las circunstancias, es decir, por curiosidad y simplemente se dio por sentado que algún pecado había causado su ceguera. Los discípulos no miraron al hombre como un objeto de misericordia, sino más bien como un tema para una discusión teológica. Es mucho más fácil discutir un tema abstracto, como el pecado, que ayudar en forma concreta a una persona.

Antes de Cristo se enseñaba que el pecado trae castigo divino y esta relación de causa y efecto llevó a muchos de los judíos, -y aún a muchos en la vida moderna-, a concluir que todo efecto malo tiene una causa pecaminosa identificable. Esta conclusión va más allá de lo que la Biblia dice (Job 1:1,12; 2 Co 12:7; Gá 4:13). El pecado está detrás de todo el sufrimiento y maldad en el mundo, pero la conexión entre el pecado y el sufrimiento no siempre es inmediato u observable.

Para meditar: la frase de nacimiento no ocurre en ningún otro lugar en el Nuevo Testamento. A la luz de la colocación de este relato en la narración, parece que el evangelista quiere o sugiere que este hombre es representativo de toda la humanidad. El hecho es que la humanidad no es por naturaleza receptiva a la luz (1:5, 10), más bien, toda la humanidad es espiritualmente ciega desde el nacimiento. A la Iglesia se le pide no emitir juicios en contra de ninguna persona, ya sea por su condición de género, salud, pobreza, sufrimiento, pecado, crisis o dolor. Su tarea es mostrar misericordia dando respuestas que rompan con los esquemas comunes de la sociedad.

Entonces, no hay evidencia para que el creyente tenga que entrar en tiempos de regresión buscando en su pasado parientes que se hayan dedicado a hacer lo malo delante de Dios; de lo que tiene que estar seguro es de haber renunciado a toda práctica de pecado cometido en su vida, antes de conocer y aceptar a Cristo. Y habiendo tomado la decisión desde ese momento en adelante, caminar en santidad delante de Él.