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Los fariseos interrogan al ciego sanado, Jn 9:13- 34  

Jn 9:30-34 “Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. Desde el principio no se ha odio decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer. Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron."

El hombre sanado no solo tenía sentido del humor, sino que también tuvo sentido común. Le pareció notable que los fariseos no pudieran ver a Jesús como enviado de Dios, pero la prueba de su poder para realizar un milagro tan poderoso y constructivo fue evidente. Una revelación bíblica fundamental es que Dios responde positivamente a los piadosos, pero Él no oye, en el sentido de conceder las peticiones, a los que pecan (Sal 34:15,16; 66:18; 145:19; Pr 15:29; 28:9; Is 1:15).

Finalmente, el que había sido ciego recibió, no solo la vista física, sino también la espiritual. Por otro lado, los fariseos estaban cegados espiritualmente y no podían discernir que Jesús era el enviado de Dios. Al parecer, se habían olvidado de las palabras del profeta Isaías (Is 29:18; 35:5; 42:7). Para los fariseos, aquel hombre sanado había estado marcado por el pecado, y según ellos, no había nada que aprender de él, pues ellos se veían así mismo como santos, y por lo tanto, terminaron expulsándolo.