El buen samaritano, 10:25-37  

Lc 10:31-32 “Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo”

Algunos tienen confusión en la narrativa. Piensan que el sacerdote y el levita no atendieron a su compatriota porque iban a servir al templo, si tocaban sangre o el hombre estaba ya muerto ellos quedaban incapacitados para hacer su ministerio. Aunque esto último es verdad, no lo primero, pues tanto el sacerdote como el levita “descendían” de Jerusalén, es decir, venían ya de ministrar en el templo, ya habían terminado con sus oficios y regresaban a casa, a Jericó, así que el no auxiliar al hombre no fue por motivos religiosos. Pensando positivamente, lo más probable es que los dos hombres, el sacerdote y el levita, tuvieron miedo de que los salteadores anduviesen todavía por allí y, al verse ellos mismos solos, fueran víctimas de los malvados. Lo mejor era seguir caminando y dejar el herido a su suerte. El temor lleva a los hombres a la cobardía muchas veces.

Jesús usa la misma palabra para la acción de los dos religiosos, -“pasó de largo”, en griego es un vocablo solamente y sirve para describir la acción de “pasar al lado opuesto”, como quién viniendo en una de nuestras modernas calles ve a un conocido que le es desagradable y se pasa al otro lado de la acera para no cruzarse con él. Esta palabra es totalmente Lucana y sólo aparece en estos dos versículos.