La lámpara del cuerpo, 11:33-36  

Lc 11:34-36 “La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.”.

¿Qué ilumina el cuerpo de una persona? El ojo, pues es la entrada natural de luz. Así, uno que ve, actúa como quien recibe las señales del exterior. Pero el ejemplo va más allá; tiene un mensaje espiritual, ¿Qué buscan los ojos? La “búsqueda” se manifiesta por lo que mira. Hay quien busca de Dios y su corazón se llena de la luz celestial. Otros miran “la carne” o lo que el enemigo presenta, entonces su corazón no tendrá más que tinieblas y éstas gobernarán sus acciones. Usando una paradoja (muy en uso entre los grandes maestros de aquellos días) Jesús dice: “que tu luz no sean tinieblas”, es decir, no sea que tu búsqueda sea de lo malo, puesto que perversidad tendrás en tu corazón. Si buscas de Dios tu ser entero manifestará la imagen de Dios y de su luz. “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Jn 1:5).