Jesús sana a una mujer en el día de reposo, Lc 13:10-17  

Lc 13:12-14 “Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios. Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo".

¡Qué día inolvidable! Después de dieciocho largos años de asistir a la sinagoga y elevar oraciones desesperadas, hoy la iniciativa viene de parte del hijo de Dios. Jesús la vio, la llamó y le habló. Este caso es excepcional, ella no pide la misericordia, ni le llama Hijo de David, simplemente Jesús la miró percibiendo algo. Sin duda no solamente la vio, sino que percibió la fe de la mujer. La mujer no tuvo que pedir, Jesús ya conocía todo su dolor e impotencia, así como su fe.

Para Meditar: Es alentador saber con el ejemplo de la mujer enferma, que Dios conoce nuestras preocupaciones, nuestros dolores, aún nuestras oraciones y nuestra fe. La actitud sabia del creyente lleva “a orar sin desmayar” y esperar.

“Mujer, eres libre de tu enfermedad”. Es importante notar que el texto griego dice: “Mujer, has sido libre de tu enfermedad”. Es notable el hecho que el texto esté en antepresente y en voz pasiva, pues se indica que la liberación ha sido completada y que todavía tiene efectos hasta el presente del hablante. Y la voz pasiva indica la acción hecha por un agente externo, o sea Jesús. Esta es la característica más grande de la sanidad divina, una sanidad completa o consumada solamente por la palabra de Jesús.

Para Meditar: Este cuadro merece estar en la galería teológica. El Omnisciente ahora ve a la mujer. El que creó todo con su palabra, llama a esta mujer personalmente; El que creó al primer hombre con sus propias manos ahora interviene en la historia tocando este cuerpo deformado. ¿Qué puede resistirse a eso? Absolutamente nada. No hay enfermedad que se resista al Creador.