Cuando la sal pierde su sabor, Lc 14:34,35 (Mt 5:13; Mr 9:50)

Lc 14:34-35 “Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oir, oiga”.

Como se sabe, la sal tiene muchas propiedades. Sirve para dar sabor a los alimentos, también en tiempos antiguos, cuando no había refrigeración servía para conservarlos más tiempo, así como un agente para sazonar toda ofrenda en Israel. (Lv 2:13) Tal vez a eso se refirió el Señor.

Jesús en Mt 5:13 desafió a los creyentes a ser la sal de la tierra, diciendo “que si la sal se desvaneciere”, es decir si no ayuda a purificar el mundo corrupto con el ejemplo de una vida distinta, justa, transformada, “no sirve más para nada”. Aquí en Lucas 14: 34, Jesús advierte de que la sal no se debe hacer insípida, sino ¿con que se sazonará? Es decir, el testimonio cristiano no debe perder su sabor, su tinte distintivo.

El que tiene oídos para oir, oiga. Es un desafío a considerar seriamente esta advertencia, todo su significado y las consecuencias prácticas (Ap 2:7)

Para meditar: Jesús presenta nuevamente el fundamento indispensable para poder ser discípulo de él. Una separación desde lo profundo del corazón, de todo lo que afecte o separe del verdadero discipulado. En todo este pasaje se llama a tener a Jesús como nuestra máxima posesión en esta tierra, sobre todas las posesiones que se tengan o se imaginen.