Parábola del hijo pródigo, Lc 15: 11-32

Lc 15:14-16 “14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. 16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba”.

Lo que sea que el mundo tenga que ofrecernos, no puede ser tan bueno y tan eterno como lo que Padre ofrece. Salomón dijo que “las riquezas no «duraban» para siempre” (Prov 27:24), y menos si eran adquiridas por vanidad (Prov 13:11). El hijo pródigo (malgastador y derrochador) se gastó todo lo que tenía y para desgracia una hambruna afligió aquella región donde se había acomodado. La crisis para el joven fue tan dura, que se vio en la necesidad de pedir ayuda a un hacendado que criaba cerdos. Tener que cuidarlos fue una actividad muy indignante para un judío, ya que el cerdo era considerado un animal impuro. Esta parte de la parábola debió causar impresión a los fariseos y escribas, quienes escuchaban el relato junto a los publicanos y a “los pecadores”.

Para meditar: siendo que las parábolas son ilustraciones que nos ayudan a comprender verdades espirituales, cabe recalcar que una de las lecciones aprendidas en esta parte del texto, es que no se puede vivir lejos de Dios y bajo los deseos de la carne sin afrontar tarde o temprano las consecuencias de nuestras malas decisiones. Para algunos, vivir de una forma libertina (libertad excesiva y abusiva) y entregado a las pasiones de la carne puede resultar emocionante en un principio, pero luego el pecado cobra la factura y la crisis golpea a la puerta de manera inesperada y sin misericordia (Rom 6:23).

“El hijo pródigo había quedado tan pobre que no tenía para comer. Deseaba las “algarrobas” que comían los cerdos, lo cual enseña lo cruel que puede ser el resultado de llevar una vida llena de pecado y apartada de Dios. Lo peor del caso, es que nadie lo atendía, y el pobre continuaba en la más vil de las miserias.

Jesús dijo “separados de mí, nada podéis hacer”. Por otra parte, Moisés en el Antiguo Testamento sabía con certeza que el único lugar seguro para vivir era bajo la cobertura de Dios. Es por eso, que pidió a Dios que lo acompañara en su peregrinar, o de lo contrario no se movería de aquel lugar. (Ex 33:15). Vivir lejos del Señor simplemente no es una buena decisión.