Purificación del templo, 19:45-48

Lc 19:45-46“Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones".

Luego del episodio de la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, Lucas señala que Jesús entró en el templo y lo purificó por segunda vez (la primera purificación del templo la registra Juan en su evangelio al principio del ministerio de Jesús, Juan 2:1-10).

A partir de este episodio vemos al Señor Jesús enseñando todas las mañanas en el templo. Por las tardes, él se retiraba a Betania y dormía en casa de Martha, María y Lázaro, y por las mañanas regresaba al templo en donde instruía al pueblo (Mateo 21:17).

Este período del ministerio de enseñanza de Jesús, desarrollado en la última semana de la Pasión, abarca desde 19:45 hasta 21:38. Lucas ya había presentado a Jesús como maestro, especialmente desde el principio de la así llamada “Sección Central de Lucas” que se extiende desde 9:51 hasta 19:44.

Lucas dice que Jesús entró en el templo. En el Nuevo Testamento se emplean dos palabras griegas para referirse al templo judío. Las dos palabras son naós y hierón. Con la palabra naós se refería al santuario y el lugar santísimo propiamente. La palabra hierón, por su parte, designaba al templo con todas sus dependencias y atrios que lo rodeaban.

Cuando Lucas dice que Jesús entró en el templo, se refería al templo como lugar sagrado pero particularmente al atrio de los gentiles el cual era el patio exterior del templo. Fue en este lugar donde se encontraban los que compraban y vendían los animales para los sacrificios en el templo.

Mateo añade que allí se encontraban también los “cambistas”. Estas personas tenían la tarea de cambiar las monedas extranjeras por las del país a fin de que con ellas se pudiera pagar el tributo del templo. La razón de este cambio de moneda se debía a que las monedas extranjeras, como el denario romano, tenían impresa la imagen del emperador, y esto horrorizaba a los judíos porque significaba profanar el santuario. Por tales transacciones los cambistas cobraban un porcentaje exagerado por lo cual abusaban de sus compatriotas que llegaban desde lejanas tierras. Por tal motivo, Jesús condenó la conducta de estos judíos diciéndoles que habían convertido el santuario en cueva de ladrones.