La muerte de Jesús, 23:44-49  

Lc 23:44-49 “Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando las cosas.”

Los cuatro evangelios narran vívidamente el momento de la muerte del Señor Jesús (Cp. Mateo 27:45-50; Marcos 15:33-37; Juan 19:30). Los Sinópticos concuerdan al registrar que hubo tinieblas desde la hora sexta hasta la novena, es decir, desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Al decir Lucas que hubo tinieblas “sobre toda la tierra” durante estas tres horas, podría significar sobre toda la tierra de Israel o solamente sobre la localidad inmediata donde ocurrían los eventos. No se sabe la causa ni el significado que debería darse a este hecho sino sólo el carácter extraordinario del acontecimiento. Sin embargo, algunos comentaristas relacionan la presencia de las tinieblas en las Escrituras con los juicios de Dios.

En cuanto al velo del templo que se rompió a la mitad arriba abajo, se refiere al velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo. La palabra usada para “templo” en este pasaje es la palabra griega “naós” y no “hierón”. La palabra naós se refiere al santuario en sí formado únicamente por el lugar santo y el lugar santísimo. Con el término hierón se señala el templo en general con todos los atrios que lo conformaban. Esto corrobora que la cortina que se rompió era la que dividía el lugar santo del santísimo. A este velo se refiere Hebreos 10:19-22 que era el velo que ocultaba el lugar santísimo a la vista de los sacerdotes y del pueblo. El glorioso significado espiritual del rompimiento del velo que ocurrió al morir Jesús en la cruz es que el acceso a la misma presencia de Dios, el lugar más santo, quedó abierto a través de la muerte de su Hijo Jesucristo.

Lucas registra el momento preciso de la muerte de Jesús con las palabras: “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.” El que Lucas haya dicho que Jesús clamó en voz fuerte justo antes de morir demuestra que estaba bien consciente de lo que hacía y que su muerte fue un acto voluntario. Él había dicho antes que en cuanto a su vida “nadie me la quita” sino que él la ponía como una muerte voluntaria. Las palabras dichas por Jesús provienen del Salmo 31:5 y eran usadas por los judíos como una oración al final del día.

El versículo 47 presenta el testimonio del centurión romano sobre la singularidad de Jesús. Él reconoció que el Señor Jesús era realmente un hombre justo dando a entender que era inocente de todo lo que lo acusaban y de la clase de muerte que tuvo. Lucas nuevamente menciona a la multitud (Gr. oclos) en el versículo 48 que era diferente al laós (pueblo). La multitud era un grupo mezclado. Lucas hace un contraste (“pero” v. 49) entre la multitud y los que habían seguido a Jesús desde Galilea diciendo que los primeros, una vez terminado el espectáculo, se volvieron golpeándose el pecho en señal de lamento por lo ocurrido, en cambio las mujeres permanecieron en el lugar.