Predicación de Juan el Bautista, Lc 3:1-20 (Mt. 3.1-12; Mr. 1.1-8; Jn. 1.19-28) 

Lc 3:15-18 “Como el pueblo estaba en expectativa, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo, respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.” 

Una de las características de Juan el Bautista era su humildad, caracterizada por su decisión inquebrantable de dar todo el honor y la gloria al Señor Jesucristo. Ciertamente reconoció su propio ministerio como bautizador, pero a la vez puso límites al mismo: “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado”. En el momento de mayor efervescencia de su vida pública, cuando estaba en la cúspide de su llamamiento, Juan el Bautista reconoce su tiempo para retirarse y decrecer en su ministerio.

En consecuencia, quita de la lista su nombre para ser candidato a Mesías, y declara cuál es su función: un simple precursor de Cristo, una sencilla pero poderosa voz en el desierto, un esclavo que ni siquiera era digno de desatar la correa de su calzado, alguien que se dedicaba a sumergir a las personas en agua; no sin antes demandar de cada vida un cambio radical en todos. Y por añadidura, un anunciador del poderoso ministerio de bautizar en el Espíritu Santo, que ejercería el Señor Jesucristo: “… él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”.

Esta declaración comunicaba una nueva era, el Espíritu Santo que en el Antiguo Testamento sólo reposaba sobre, reyes, sacerdotes y profetas, venía a este mundo para derramarse sobre toda carne. La profecía de Joel 2:28 estaba a punto de cumplirse: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”.

En este caso y contraria a la narrativa explícita de Mateo para describir la aprehensión, encarcelamiento y muerte de Juan el Bautista, Lucas culmina este pasaje refiriendo el éxito del ministerio de Juan: “Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo”.