Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín, Lc 7:11-17  

Lc 7:13-14 “Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. 14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.” 

Debió ser un momento muy triste. En su cultura los orientales contratan plañideras para llorar por los muertos, algo que los occidentales no comprendemos correctamente. Venía una gran comitiva, la viuda, el muerto, los familiares, las plañideras, la gente, todo lo que se esperaba en un sepelio típico oriental. Es extraño que Jesús le dijera a la mujer: “no llores”, pero se puede percibir que la amable petición del Maestro era el preludio a algo extraordinario. Una escena que seguramente produjo repugnancia entre los puritanos que se entremezclaban con el vulgo fue la acción del Maestro “tocó el féretro”, algo totalmente desaprobado puesto que dejaba ceremonialmente inmundo al que tocaba al muerto. Era tan estricta la ley que cualquier vasija abierta en la tienda de un difunto se consideraba también contaminada (Nm 19:14-19) ceremonial y socialmente. Así que la acción de Jesús habrá desconcertado a las personas judías. Ahora ¿Qué haría Jesús si estaba ceremonialmente “impuro”?

La palabra “levántate” se usa muchas veces en el Nuevo Testamento, como cuando Jesús se levantó de la barca y reprendió los vientos (Mt 8:26), o de la acción de rescatar una oveja que está en un pozo (Mt 12:11), pero en este caso claramente el joven recibe la orden de volver de entre los muertos.