Los mensajeros de Juan el Bautista, Lc 7: 18-35 (Mt 11:2-19)  

Lc 7:20-23 “Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? 21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista 22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio, 23 y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí”. 

La Escritura nos muestra que Jesús no les contestó verbalmente, quizá porque un “sí” no le bastaría a Juan o a los discípulos, o a la posteridad de lectores. En lugar de un “sí”, Jesús inmediatamente sanó a una gran cantidad de enfermos.

El énfasis “muchedumbre de ciegos” al final del inventario parece ser para que Juan pudiera entender que debería “abrir bien los ojos” para entender la misión de Jesús en la tierra. La lista comienza ahora con el final del anterior, “los ciegos ven”, la insinuación es poderosa para Juan el Bautista. Luego, se catalogan una serie de enfermedades curadas: cojos, leprosos, sordos; estos enfermos estaban en la silenciosa respuesta de Jesús en el anterior versículo, pero añade dos puntos nuevos: “los muertos son resucitados”. No hay evidencia que este milagro ocurriese inmediatamente después de la pregunta de los emisarios de Juan, sino hace referencia al hijo de la viuda de Naín. El otro punto “a los pobres es anunciado el evangelio” hace pensar que el Maestro predicaba silenciosamente las buenas nuevas a los pobres, es decir, más con acción que con palabras.

¿A qué se debe que Jesús le manda esta lista a Juan? El profeta manda una pregunta “cifrada” al Maestro y, éste a su vez, le manda una respuesta también cifrada, le manda la profecía del Antiguo Testamento cumplida frente a él: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad.” Isaías 35:5,6

“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”; Isaías 61:1. No, no podía haber duda, “Jesús era el Mesías que habría de venir”. (Ver nota Mt 11:4-6)

Para meditar: La mejor prueba del mesiazgo del Señor eran las innumerables profecías cumplidas en su persona, los evangelios recopilan en varias ocasiones la expresión: “para que la escritura se cumpliese”. El remate de la respuesta de Jesús es “bienaventurado el que no halle tropiezo en mí”. Es notorio que un personaje tan santo como Juan, acostumbrado a bregar con toda clase de penalidades y ataques pareciera echarse para atrás en el reconocimiento del Mesías Jesús. Esto debe servir de advertencia a todos, se puede caer en tiempo de dudas, de depresión por respuestas no contestadas; no importando el ministerio notable que se haya tenido. En ese tiempo difícil, el Espíritu Santo recordará que Jesús está sentado “a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb 1:3).