Los mensajeros de Juan el Bautista, Lc 7: 18-35 (Mt 11:2-19)  

Lc 7:28 “Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él”. 

Juan mismo nunca pudo contemplar el esplendor del ministerio de Jesús, comenzaba el ministerio del Mesías y el propio menguaba. Oía de los portentos misericordiosos del Señor, pero no pudo palparlos en carne propia. Murió en la soledad, horriblemente, ni siquiera tuvo la dicha de ver la resurrección. Pero el Señor dijo de Juan “no hay mayor profeta”.

Para meditar: Sobre Juan, Jesús señaló:
1. Que Juan no es una caña que cambia de opinión según el aire que le sople; Juan tenía convicción del Espíritu Santo. Hoy, cientos de predicadores y cristianos que tienen una vida estéril y cuando les conviene abrazan otra denominación, en cambio, Juan se mantuvo firme frente a toda tempestad.
2. Que Juan no tenía vestidos costosos. Hoy, la vanagloria de la vida se ha infiltrado en las iglesias. Cuan modernas Laodiceas tienen poca raíz, y el éxito no se mide en su compromiso y comunión con el Espíritu Santo, sino con su poder económico e influencia social.
3. Que Juan no era el protagonista. Juan preparó el camino de otro al que reconoció como mayor que él mismo. Nuestro trabajo es ser humildes colaboradores del Señor, quien merece toda la gloria.
4. Que Juan tenía una meta y la cumplió, terminó bien su jornada. Muchos se han quedado atrás, vuelven al mundo, y tantos sueños que albergaban respecto a Dios se enterraron en la derrota.
5. Que Juan era un victorioso. El morir en la cárcel no hacía a Juan poca cosa. El hecho de no tener los privilegios no hacía a Juan un perdedor. En lugar de todo ello, Juan fue un exitoso hijo de Dios, puesto que el mismo Jesús dio testimonio de que fue “el más grande”.

Al final, el Señor añade que aunque Juan es el más grande de los hombres hasta hoy, el más pequeño del reino es mayor. Es decir, los creyentes, la iglesia, cualquiera de ellos, es mayor que Juan, en el sentido, no de grandeza personal, sino de las bendiciones que ahora estamos recibiendo de parte de Dios. Lo que el Señor preparó para nosotros no lo pudo disfrutar Juan en toda su plenitud, pero nosotros sí.