Jesús en el hogar de Simón el fariseo, Lc 7:36-50  

Lc 7:39-42 “Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora 40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. 41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? ”. 

Para meditar: Simón no había siquiera tocado al Señor, seguía encasillado en sus tradiciones, pero esta mujer sí mostraba un cambio. Hoy podemos entender que, quien salió ganando fue la mujer, y no Simón quien recibió a Jesús en su casa pero no en su corazón; en cambio la pecadora, antes de entrar a la casa ya tenía a Jesús dentro de sí.

De nuevo, el Maestro empieza a enseñar con preguntas. La cuestión ahora es simple, tan sencilla que un niño tendría la respuesta, y en un movimiento digno de la más simple sabiduría, Jesús le tiende a Simón un argumento que lo terminaría por atrapar. Un hombre debía lo que equivalía a quinientos días de trabajo, y otro estaba endeudado con cincuenta. Nadie tenía para pagar, ni el que debía mucho ni el que debía poco, así que el acreedor perdonó a los dos; ¿quién de los dos tendría mayor gratitud?, ¿quién le amaría más? La palabra “ágape” se menciona aquí para describir el sentimiento que embarga al que más “ama”.