La madre y los hermanos de Jesús, Lc 8:19-21 (Mt 6:25-34)  

Lc 8:21 “Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen" 

Mi madre y mis hermanos son… ¿Qué es lo que habrían sentido sus hermanos al oír estas palabras?, y María, ¿Cómo habrá reaccionado? Lo cierto es que la multitud pudo haber contestado al unísono: “¡amén!”
No era que el Señor renegara de su apellido, ni de su casa, sino que era una manera de decir: “Los que creen en mi Padre como yo, los que me reciben como hijo de Dios, son mis hermanos”, (Ro 8:29). El Señor nunca se olvidó quién era su madre; en la cruz se la encomendó a su discípulo Juan (Jn 19:27). Y de sus hermanos, ¿qué habrá sido de ellos?, Jacobo (o Santiago) le reconoció como Señor y escribió la epístola que lleva su nombre; el menor, Judas, también le reconoció como Mesías y escribió la epístola que lleva su nombre. No hay razón para pensar que al final sus parientes de sangre no lo hayan reconocido, lo más seguro es que todos le hayan recibido como Salvador personal, pues es lo que se puede leer en Hechos 1:14.