La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús, Lc 8:40-56 (Mt 9:18–26; Mr 5:21–43)  

Lc 8:40-42 “Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban. 41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; 42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía” 

El único hombre bueno de Gadara ahora quería salir de ahí, antes amaba los sepulcros, pero ahora amaba a Jesús. El texto dice que rogaba que le permitiera ir con él. Pero se negó a conceder la petición del hombre, pues ahora tenía una misión, convertirse en un misionero en tierra de gentiles, pues el hecho de tener cerdos, confirma que no eran judíos. Jesús una vez más, como lo hizo con la mujer siro-fenicia, (Mr 7:24-30) principia a ”ir por todo el mundo” En el momento de la tormenta los discípulos no comprendieron porque tener que atravesar el mar e ir a tierras extranjeras. Después de ver la liberación de este hombre, se dieron cuenta que todo es parte del plan de Dios.

Nota doctrinal: Nuevamente aparece la palabra “ruego”, del griego “deomai”, que tiene una hermosa connotación. Es la palabra que usa Jesús en Mateo 9:38 cuando les dice o casi les ordena a sus discípulos” Rogad (deomai), pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. Se pensaría, que ante la realidad de que la mies es mucha y los obreros son pocos, sea únicamente responsabilidad del Señor mandarlos o comisionarlos. Aquí Jesús enfatiza que es un deber de los obreros, orar por más obreros.