La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús, Lc 8:40-56 (Mt 9:18–26; Mr 5:21–43)  

Lc 8:49-53 “Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. 50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva. 51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña. 52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme. 53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta” 

Jairo se habrá casi desmayado cuando recibió la noticia de la muerte de su única hija, la ayuda ya era inútil. Jesús le anima, usa las mismas palabras que le dirigió a la mujer sanada, “cree solamente y será salva”.

Llegaron y Jesús sólo tomó a Pedro, Jacobo y Juan, además de los dueños de la casa. La expresión del Señor realmente contrasta con todos, pues era alegre, seguro, victorioso: “No lloréis; no está muerta, sino que duerme” Muchos se burlaban de Jesús, pero el Maestro siempre sabe lo que hace. Los ojos de todos demostraban algo, la niña estaba muerta, las endechas y llantos nos demuestran que a la llegada de Jesús la niña, efectivamente, había fallecido, pero ahí estaba el Señor de la Vida, quien puede despertar a los muertos.