Mr 14:60-65 “60 Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? 61 Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? 62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? 64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte.65 Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas”  

En su relato, Marcos dijo que el sumo sacerdote fue quien lo interrogó directamente. Al parecer Jesús ya llevaba tiempo siendo interrogado por los demás sacerdotes y los ancianos puesto que querían saber lo que Jesús pensaba sobre las acusaciones (V. 60). Así que, luego de que el sumo sacerdote intentara interrogarlo nuevamente, podemos recalcar tres cosas.
Primero, Jesús se mantuvo callado ante las acusaciones en su contra cumpliendo la profecía de Isaías: “enmudeció, y no abrió su boca” (Is 53:7). También lo hizo ante Pilato (Mr 15:3-5) y ante Herodes (Lc 23:9).

Segundo, el sumo sacerdote le cuestionó sobre su identidad y Jesús le respondió con firmeza y verdad: “Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (V. 62). Mateo dijo que el sumo sacerdote trató de evitar que Jesús no hiciera esta declaración, pero no le resulto (Mt 26:63). El sumo sacerdote rasgo su vestidura en señal de molestia (Nota. - El vestido era rasgado obligatoriamente si se oía una blasfemia).

Tercero, el sumo sacerdote consideró que no era necesario más testimonios en su contra. Consideró que esta declaración era más que suficiente para condenar al maestro por blasfemia y finalmente el sumo sacerdote obtuvo los votos de todos; el sumo sacerdote no podía condenar a Jesús por sí solo, la ley judía le exigía el voto de todo el concilio.

Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas”. Al instante, todos se empezaron a burlar del maestro . Le escupieron, le dieron de bofetadas y le cubrieron el rostro. Algunos le pedían que profetizara. Ahora las palabras de Isaías comenzaron a ser evidentes conforme iba avanzando el tiempo. (Is 53:8)