La elección de los doce apóstoles, Mr 3:13-19

(Mt 10.1-4; Lc 6.12-16) 

Mr 3:16-19 “A Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro; a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa”

La lista de los discípulos aparece cuatro veces en la Biblia: los evangelios sinópticos y Hechos. Marcos destaca los sobre nombres que Jesús dio a Simón, Jacobo y Juan. Esta lista de hombres es heterogénea, incluye descendencia, carácter, geografía y destino. Se resalta la diversidad de carácter, posición social, oficios y preparación secular.

Hijos del trueno. Este sobre nombre que Jesús les puso a Jacobo y a Juan ha generado diversidad de opiniones en cuanto a su origen o su porqué. Unos dicen por su naturaleza impetuosa, otros aseguran que es una declaración profética por su lugar clave en la iglesia primitiva y otros la relacionan con el momento en que los discípulos pidieron fuego del cielo contra los habitantes de una aldea samaritana que les negaron su hospitalidad.

Para meditar: Se destacan dos frases para reflexionar, la primera es: y vinieron a él. El llamado divino se atiende rápido y con dedicación. No se registran dudas o cuestionamientos para el Maestro. Él llamó y los discípulos le siguieron. Que en nuestra vida cristiana sea un distintivo constante el atender al llamado divino. Seguirle es una muestra de confianza, fe y amor a su palabra.

Para que estuviesen con él, es la segunda frase importante. El primer propósito del llamado divino no es el hacer, si no el ser. Cuando estamos con Dios nuestro ser cambia, es transformado, los cambios significativos son constantes por eso es imperativo no olvidar este propósito. Que el quehacer del ministerio no nos envuelva tanto que olvidemos estar con él. Como dijo Moisés: “si tu presencia no va conmigo, no iré”.