Jesús calma la tempestad, Mr 4:35-41 (Mt 8.23-27; Lc 8.22-25) 

Mr 4:39-41 “Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?”.  

Esto es algo que no habían visto los discípulos. Conocían el poder sanador, el echar fuera demonios, el resucitar muertos, pero no habían escuchado al maestro hacer “callar y enmudecer a la tormenta” y que ésta le obedeciera, palabras de autoridad sobre la creación. Mostró que su poder actuó también en la naturaleza física “Jehová en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas del mar” (Sal 93:4). Y después de la tormenta vino la calma, y la calificación al examen, ¿por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Había temor e incredulidad, y aunque Cristo estaba con ellos en la barca, temían perder la vida en el mar.

Era el momento que los discípulos conocieran la divinidad de Jesús, se maravillaron (Mt 8:27; Lc 8:25) con un temor reverente, preguntaron ¿quién es éste? No comprendían que el poder de Dios en Jesús abarcaba todo, tanto espiritual como material y físico. Minutos atrás estaban en una gran tormenta y a la voz del maestro vino grande bonanza.

Para meditar: Cuando el verdadero creyente comprende la grandeza de Dios y su poderío, se da cuenta que el que vive en su vida, es más poderoso que cualesquier tormenta que pueda el hombre pasar, que no hay por qué temer. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal 46:1).