La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús, Mr 5:21-43 (Mt 9.18-26; Lc 8.40-56) 

Mr 5:23-24 “y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá”. Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban”.

La súplica que le hizo Jairo a Jesús fue insistente y salió de lo mas profundo de su corazón afligido. La hija de este hombre estaba en agonia, razón por la que le invitó a su casa pidiendole que impusiese sus manos sobre ella. Jairo conocía muy bien la importancia de la imposición de manos, pues de esta manera se declara una bendición especial sobre la persona y es probable que en algunas ocasiones habría visto o tal vez oído lo que pasaba cuando Jesús colocaba las manos en las personas necesitadas.

Jesús está dispuesto en todo momento para atender las necesidades de las personas que acuden en busca de su ayuda. La compañia de Jesús garantiza una seguridad plena y total, y aunque la multitud que le seguía era tan numerosa que no le permitian avanzar con prontitud hacia la casa de Jairo, Jesús iba en camino, y ese simple hecho daba consuelo y fortaleza al que había pedido su ayuda.