Misión de los doce discípulos, Mr 6:7-13 (Mt 10:5-15; Lc 9:1-6) 

Mr 6:21-29 “Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea, 22 entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré. 23 Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino. 24 Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista. 25 Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista. 
26 Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla. 27 Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan. 28 El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre. 29 Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro”.
 

Juan es una inspiración para todos los siervos del Señor. No se embelesó con la fama, no se arredró ante el peligro; estuvo consciente de que su misión era lanzar los reflectores sobre la persona del Mesías, y lo hizo mientras tuvo vida. Su luz se extinguió por la influencia de una mujer. Cuán grande puede ser la influencia de una mujer, puede lanzar a una nación al paganismo, como Jezabel; o bien, como Ester y Débora, salvar a un pueblo.- Herodías condenó a la muerte al gran Juan.

Los discípulos de Jesús ya se dan cuenta de que los siervos de Dios no son invulnerables, aún si son justos y santos, como Juan. Marcos dice a sus lectores: “la grandeza ante Dios y los hombres no necesariamente exime al hombre, o a la mujer de Dios, del rechazo, la persecución y el sufrimiento”. La muerte de Juan es un mensaje para el creyente del siglo I, y para el discípulo de Cristo de cualquier época.

Para meditar: Dios ha levantado a grandes hombres como Elías, Juan el Bautista y otros profetas poderosos. Un considerable número de personas vieron en Juan el cumplimiento de las profecías mesiánicas. La unción del Señor era sobre él y tuvo muchos seguidores; en realidad, encabezó un movimiento espiritual como no se había visto en siglos. Pero murió, se le sepultó, y su movimiento se extinguió. Jesús es singular, superior a Elías y al más poderoso profeta, por mucho. Se le torturó cruelmente y se le asesinó en una cruz; sin embargo, a diferencia de Juan, Jesús es declarado Hijo de Dios con poder mediante el portento de la resurrección; y su movimiento, lejos de menguar, se transformó en la Iglesia de Dios, que se ha propagado vigorosamente a través de los siglos, a pesar de los intentos de aniquilarla. Dios dé valor a sus siervos para ser ministros fieles de la Palabra, aunque en ello les vaya la vida.