Lo que contamina al hombre, Mr 7:1-23 

Mr 7:3 “Los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban”. 

“Aferrándose” es un verbo que muestra cómo ellos se habían tomado firmemente de sus costumbres y ceremoniales, y de esa manera sentían que estaban agradando a Dios cuando las ponían en práctica, ya que eran tradiciones de los “expertos” y maestros de la legislación de Moisés. A los ancianos en Israel se le tenía en muy alta estima (Lv 19:32). Existía una tradición oral conocida como Mishnah, esta obra contenía las enseñanzas rabínicas que el pueblo judío seguía fielmente pues se habían transmitido de generación en generación.

Nota histórica: “Si muchas veces no se lavan las manos”… si no había agua limpia en jarros exclusivos para el lavamientos de manos, “no comían”. La forma de lavarse, consistía en restregar sus puños, uno contra el otro en agua limpia, para después desechar esa agua; pues ya era inmunda por haberse lavado las manos sucias, y acto seguido, volvían a echarse agua limpia, colocando los dedos hacía arriba de tal manera que el agua llegara hasta la parte de sus muñecas y viceversa, para que quedaran completamente limpias. Eran tan estrictos con este ritual que, si no había las condiciones para tal ceremonia, preferían no comer. .

Para meditar: El lavado de manos al que se aferraban era de tipo litúrgico, no de higiene, no les importaba tanto que se lavaran las manos para tomar los alimentos y que les hiciera daño, sino más bien a la forma que indicaban que se hiciera. ¿A qué nos aferramos hoy? ¿A nuestras tradiciones litúrgicas o a la verdad de su Palabra? La santidad sólo se puede obtener a través del Señor Jesucristo, por medio de su Espíritu Santo, no por obras o ceremonias a las que se exponga la persona.