Un ciego sanado en Betsaida, (Marcos 8:22-26) 

Mr 8:22-26 "Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea." 

El viaje en la barca concluyó en Betsaida al noreste del mar de Galilea, “y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase” (22). En esta narración se muestra que la gente se acercó a Jesús con una gran necesidad; inspirados por los milagros que Jesús realizó en toda esta zona, no era de extrañar que se acercaran a él para rogarle que hiciera un milagro.

Jesús, como se ha visto, no podía quedarse pasivo ante la necesidad de los que le buscaban, así que, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea (23), hizo un vínculo con el ciego, tomándole de la mano, produciendo la confianza necesaria y guiándolo fuera de la aldea. Muchos comentaristas expresan que no era una aldea, sino que esta población se refiera a la ciudad de Betsaida, que el tetrarca Felipe había ensanchado y embellecido, pero que se le conocía como aldea.

Jesús utiliza un método que recientemente había usado y que no era común en él, usó su saliva como con el sordomudo (7:31-37), pero esta vez escupió sobre los ojos del ciego.

Este relato no se encuentra en los demás evangelios, pero Marcos parece tener un propósito: mostrar la ceguera de los discípulos, y que el milagro de abrirles los ojos espirituales aún estaba por completarse.

Para meditar: Muchas ocasiones no entendemos los propósitos o la voluntad de Dios. Estamos como Jesús menciona, teniendo ojos no vemos, y teniendo oídos no oímos. Pero ver que Jesús tiene poder para abrir los oídos (Mr 7:31-37) y abrir los ojos (Mr 8:22-26) es un incentivo para seguir buscándole; y aunque por el momento parezca difícil comprender, llegará el momento en que nuestros oídos y ojos percibirán las cosas eternas para edificación de nuestra fe y vida cristiana.

Jesús hace el milagro en dos partes, pero siempre hace las cosas perfectas. Se concluye este relato con el mandato al hombre recién sanado, de mantener en secreto lo ocurrido, para no darse a conocer todavía, porque no era el tiempo (Mr 9:9). La prioridad de Jesús era impactar la familia.