La confesión de Pedro, (Marcos 8:27-30) (Mt 16:13-20; Lc 9:18-21) 

Mr 8:27-30 "Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo. Pero él les mandó que no dijesen esto de él a ninguno. Jesús anuncia su muerte." 

Este evento tiene su paralelo en los evangelios de Mateo y Lucas, siendo el de Mateo el más largo y con detalles que no se describen en los demás.

“Jesús y sus discípulos” emprendieron el viaje hacia el norte, a la ciudad de Cesarea de Filipo (no es la misma Cesarea de Palestina) “y en el camino” Jesús confronta a sus discípulos con la pregunta de “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” La pregunta era general, ¿qué rumoraba la gente acerca de él? A lo que respondieron con mucha facilidad: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas”, era una respuesta fácil porque no requería compromiso, solo era decir lo que otros comentaban. La gente pensaba que Jesús era la encarnación de algún profeta, hasta se atrevían a especificar, Juan el bautista o Elías, no podían discernir quien era verdaderamente el que hacia todos esos milagros frente a ellos, como se mencionó versículos anteriores, los fariseos se atrevieron a cuestionar y demandar señal a Jesús porque no creían que pudiera ser su Salvador.

Pero entonces, Jesús los confronta con una pregunta más directa: “y vosotros, ¿quién decís que soy?” Ya no era una pregunta tan sencilla como la anterior, requería compromiso, no se podían equivocar ante su maestro, no podían decirle Mesías a cualquier persona; pero Pedro, con el carácter impulsivo que lo diferenciaba de los demás, se atreve a decir: “Tú eres el Cristo”. Esta respuesta mostró una revelación muy importante y necesaria para los discípulos, sus ojos y oídos se empezaban a abrir (como el ciego de la historia anterior), la respuesta implicaba que Jesús era el Unigénito Hijo de Dios. Según se menciona en Mateo 16:17, la revelación vino directamente del Padre celestial.

Nota doctrinal: Este pasaje está mostrando la divinidad revelada a los discípulos de parte de Dios. El propósito de Jesús en la tierra dicho por los profetas se centra en su obra como Mesías, la declaración de que Jesús era el Cristo, estaba afirmando que Jesús era el Mesías prometido, el verdadero Hijo de Dios, el Salvador del mundo, el ungido de Jehová predicho por los profetas para salvación.

Jesús manda a los discípulos que “no dijesen esto de él a ninguno” (30). No era aún el tiempo, y su silencio era muy importante en este momento, hasta que el Hijo del Hombre resucitara (Mr 9:9).