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Santiago, en los vv. 12 al 18, dice que es la voluntad de Dios que sus hijos pasen por pruebas. La primera forma de cumplir con esa voluntad es no airarse cuando venga la prueba (v. 19). La segunda y tercera se encuentran en este versículo: a) “desechando toda inmundicia y abundancia de malicia”; b) “recibid con mansedumbre la palabra implantada”. La palabra “desechando” da la idea de desvestirse de algo sucio o andrajoso con ayuda de alguien. Eso que debe quitar de su vida el creyente es la “inmundicia”, que significa impureza moral; y la “abundancia de malicia” que es el desborde de malos sentimientos que salen de un corazón irritado. La malicia no significa vicio sino las malas disposiciones con respecto de Dios (v.13). Sólo con la ayuda del Espíritu Santo el cristiano podrá despojarse de esto. Por eso Santiago dice: “recibid”. El lugar que deja vacío, en la vida del hombre, la inmundicia y la abundancia de malicia, debe ser llenado con “la palabra implantada”. El apóstol exhorta a sus lectores a que sea recibida con “mansedumbre”, es decir, docilidad, quitando todo orgullo y humillándose ante Dios. Así como un trasplante de órganos puede salvar una vida, así el evangelio salva espiritualmente al ser humano.