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Santiago da una amonestación positiva: “sed hacedores de la palabra”. Aquí se presenta el principio práctico para el judío, el cual Jesús mostró en la parábola del buen samaritano (Lc 10:25-37): “De nada sirve conocer íntegramente la Escritura, si no la vives”. El creyente debe ser movido por la Escritura hacia su transformación. El ser “hacedores” (griego: poietai, significa someterse) implica obediencia a la Palabra. El cuadro del “oidor” trae a la mente el templo de Jerusalén y a sus asistentes. Muchos de éstos se conformaban con oír la lectura de la ley, pero no sucedía nada más. Como resultado de esto, se “engañaban a sí mismos”. Esta clase de personas creen practicar la vida cristiana, pero hay muy poco que lo confirme.