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La sabiduría del creyente íntegro, Stg 3:13-18

3:17,18 “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.”


La sabiduría de lo alto, la sabiduría de Dios, es la que ha permitido que el evangelio permanezca hasta nuestros días. Con ella creó la tierra (Prov. 3:19) y con su sabiduría e inteligencia afirmó los cielos. También Pablo manifiesta, en su doxología a los romanos, que sólo Dios tiene este atributo, “al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén”. (Romanos 16:27)

Esta sabiduría tiene atributos, los cuales menciona Santiago, pura, pacífica, amable, benigna, misericordiosa, veraz, íntegra. Es pura (hagné) sin defectos, santa; es pacifica (eireiniké) tranquila, apacible, plena; amable (epiekés) considerada, tolerante; benigna (eupeithes) dócil; misericordiosa (eleos) compasiva.

Dios es santo, no tiene necesidad de lo malo ni desea a nadie maldad, es puro. Su presencia nos llena de paz, tranquilidad porque Él es pacifico. Cuando se está en su presencia los problemas desaparecen, la incertidumbre se desvanece y Él lo llena todo. Dios considera a cada persona, cada caso en particular y lo hace con el amor ágape, incondicional hacia todos; su amor lo lleva a considerar aún el desprecio de sus hijos, es dócil, benigna, no hay necedad ni obstinación en Él; la misericordia de Dios nos ha cubierto desde el nacimiento y a lo largo de toda nuestra vida, en muchas ocasiones sin merecerlo. La providencia divina provee aún a los que le rechazan.

Dios no tiene necesidad de fingir cuando habla a los hombres; no tiene intensiones malignas contra su creación; las llamadas de atención tienen la finalidad de que se corrija el mal camino y se vuelva a Él. El Señor Jesús llama a los que le aman y les otorga poder para servirle. No necesita de artimañas para que le sirvan. No hay hipocresía en sus actos, ni engaño en sus decisiones. La sabiduría de Dios no crea divisiones en la iglesia de su Hijo Jesucristo.

El Santo Espíritu, quien nos ha cubierto, consolado y protegido, desde la partida de nuestro Señor Jesucristo, tiene preparado para quienes le buscan, no solo poder, sino recursos para vivir la vida en paz. El fruto de justicia, es galardón para los pacificadores. Jesús dijo: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. (Mateo 5:9), porque si Dios es pacificador, sus hijos deben ser pacificadores.

Para meditar

Dentro de su sabiduría, Dios permite que las pruebas y aflicciones lleguen a la vida del creyente. Dios es capaz de obrar en todas las cosas, en todas las circunstancias. Pablo habló a los romanos, quienes pasaban aflicción y les dijo que los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28). Pablo sabía que esas aflicciones nos darán un beneficio, aunque no lo entendamos en esos momentos. Pero esta promesa tiene dos condiciones: primero hay que amar a Dios; amarlo como lo pide la escritura en Marcos 12:30: Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. No a tu manera, sino a la manera de Dios. La segunda, es para los que son llamados y aceptan el llamado. Es entonces cuando la promesa de que la aflicción te dará bendición se cumplirá. Si estás sirviendo a Dios, si estás en el propósito en el cual te ha llamado, no debes tener miedo a las aflicciones y a la adversidad.

La promesa de Dios para los pacificadores que sufren afrenta, que sufren violencia, la declara Jesús cuando dice: Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. (Mateo 5:11-12).

Santiago sabe que la paz es una característica del cristiano; su hermano, el Señor Jesucristo es el príncipe de paz, y la otorgó a sus discípulos antes de partir, y a todo aquel que le declare Señor y salvador: mi paz os dejo mi paz os doy (Juan 14:27), porque es uno de sus atributos divinos.

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