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Un querido pastor que llegó a los 85 años de vida, solía repetir cuando se trataba de planes que se proponían o de viajes a realizar: Si el Señor quiere. No se trata de una frase repetitiva, sino de darle el lugar al Señor en todo, pidiendo su guianza y capacidad para hacer las cosas en su perfecta voluntad. Ese es el mensaje de Santiago.
Ésa buena actitud se rompe cuando llega el egoísmo, el orgullo, la vanagloria y soberbia de la que tanto ha hablado Santiago: “pero ahora os jactáis en vuestras soberbias”. Al parecer el acto de jactarse era recurrente entre ellos. Ya les había mencionado en el 3:13, “ ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.
“Toda jactancia semejante es mala”, remata el sabio líder de la iglesia en Jerusalén. No condena que celebren sus logros, ni que luchen por triunfar en la vida, sino la jactancia, cuando tiene éxito; la soberbia que los aleja de Dios. Y peor aún, teniendo el conocimiento de las demandas del Altísimo “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace le es pecado”. Es decir, conocimiento sin práctica no beneficia (1:19-27). Cometían, lo que se llama, “un pecado de omisión”, que en este caso no solamente se refiere a la jactancia, sino a tantas cosas que los cristianos no hacemos bien.
Jesús habló de ello y cerró su sermón del monte con una parábola que invita a vivir de acuerdo con las enseñanzas que Él dejó. Leer Mateo 7:24-27.