A quién se debe temer, Mt 10: 26-33 (Lc 12:2-9)
Mateo 10:26-33 - “Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse. Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos. A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”.

El éxito en la proclamación del evangelio se ha dado por la decisión unánime de las comunidades cristianas de hacer esta labor contra “viento y marea”. Este trabajo no ha estado exento de riesgos, peligros y persecución, a partir de la experiencia misma de Jesús, siguiendo por sus primero discípulos, la iglesia del libro de los Hechos, la iglesia de los primeros siglos hasta llegar al siglo XXI. Este pasaje tiene la intención de prevenir a los proclamadores de este evangelio ante el desafío de la persecución.

La iglesia local que no evangeliza ni discipula no tiene razón de existir, en la estrategia original de Jesús para evangelizar había pasos que dar y cuidados que atender, “por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. En este caso, la orden es de proclamación abierta a todos los confines, como un pre mandato de la Gran Comisión. Años después, Pablo lo enfatizaría: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? (Ro 10:14).

Por consiguiente, Jesús, conociendo la naturaleza humana proclive al temor, a la cobardía y a la desesperanza, les alecciona sobre el tema. Pone en una balanza la autoridad humana y la divina. ¿Tienes más temor a los humanos que a Dios mismo? El humano puede matar el cuerpo, pero no el alma.

En su extraordinaria obra El Libro de los Mártires, John Fox narra las persecuciones que fueron objeto la iglesia hasta el tiempo en que él vivió. Respecto a la confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo…”, Fox la interpreta de la siguiente manera: “Primero, que Cristo tendrá una iglesia en este mundo. Segundo, que la misma Iglesia sufrirá una intensa oposición, no solo por parte del mundo, sino también con todas las fuerzas y poder del infierno entero. Y en tercer lugar que esta misma Iglesia, a pesar de todo el poder y maldad del diablo, se mantendrá.

Para Meditar: Si bien se da por sentado que la iglesia sufrirá dolor y persecución por causa del evangelio, en medio de esta amonestación, Jesús da la palabra de confianza a sus fieles obreros. El apóstol Pablo lo confirmó: “…todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro 8:28).

¿Quién es más importante, una avecilla o un alma viviente creada y redimida por Dios? Así es la protección de Dios, Él se acuerda de cada ave. En ese tiempo se comercializaban por dos cuartos, la medida de moneda más pequeña, aproximadamente un centavo de dólar americano, ¿no valemos más cada uno de nosotros? Si contamos cada cabello de nuestra cabeza, sin duda que tardaremos bastante tiempo y el conteo llegará a ciento cuarenta mil hilos de cabellos aproximadamente. Esto solo ilustra que el amparo de Dios es infinito para sus hijos y que todos podemos hacer lo siguiente: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P 5:7) y aplicar el precioso pasaje paralelo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lc 12:32).

Para Meditar: A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, … la palabra cualquiera incluye a toda persona que ha decidido seguir a Cristo y se ostenta como su discípulo. Confesar en el griego significa ohmologéo (Strong 3670, reconocer). Jesús, anteriormente había mencionado las obras falsas que algunas personas habían hecho en su nombre: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt 7:21-23).

En este sentido, Jesucristo aporta los elementos para el verdadero discípulo que lo confiesa delante de los hombres como una evidencia de la salvación. El verdadero discípulo al confesar a Jesucristo está validando no solo su salvación sino todo el proyecto del reino de Dios representado por él. Esto no era cosa menor para un judío, ya que se exponía a todo lo profetizado por Jesús en los versículos anteriores, así se colocaba en una situación vulnerable ante la sociedad y los grupos religiosos de su tiempo. Si se optaba por la negación del Hijo del Hombre, entonces aplicaba lo dicho por Jesús mismo: “yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”. Pero la historia no termina aquí, sino en el libro final, donde Jesús mismo declara la victoria total de sus discípulos amados: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Ap 3:5).