Misión de los doce, Mt 10:5-15 (Mr 6.7-13; Lc 9.1-6)
Mateo 10:5-15 - “ A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento. Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis. Y al entrar en la casa, saludadla. Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros. Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad”.



La obra de Dios no se lleva a cabo en forma desordenada, desde un principio Jesús dio instrucciones precisas. El trabajo centralista llevado a cabo por la religión judía hasta ese tiempo, ahora cambiaba a una labor centrífuga, antes era “vengan y vean” ahora es “vamos y demostremos”.

“Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis” … En la primera etapa del ministerio Jesús envía a sus recién nombrados discípulos con una estrategia específica: primero era el pueblo judío, después tendrían la oportunidad de escuchar el evangelio los gentiles y los samaritanos. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.  Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; (Jn 1:11-12).

Con la población como objetivo bien definido, viene la acción, “Y yendo…”, no se puede ni se debe predicar este evangelio desde el estatismo y la comodidad. Con los avances tecnológicos en la comunicación esto puede parecer común y viable. Nada sustituirá al principio bíblico de “Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Sal 126:6).

¿Cuál es el mensaje? “prediquen, diciendo: el reino de los cielos se ha acercado”, ¿quién lo acerca? Cada discípulo enviado, cada persona que acepta a Cristo como su salvador y señor de su vida, es un embajador y un comunicador de este evangelio del reino. Asimismo, como lo hiciera Jesús con el paralítico que primero fue perdonado y después sanado, así con estos primeros mensajeros: “prediquen… pero también sanen enfermos, limpien leprosos, resuciten muertos, echen fuera demonios…” una cosa es hablar, otra cosa es resucitar un muerto. De ese tamaño era la encomienda de estos incipientes obreros del Señor. Es claro que el desafío es grande, pero es más grande el que respalda. Este mandato muestra como los discípulos debían ejecutarlo en el nombre de Jesucristo, nada podían hacer por sí mismos.

…de gracia recibisteis, dad de gracia… El evangelio es gratuito, pero tuvo un alto costo. A los primeros discípulos como a nosotros, este evangelio del reino llegó a cada vida totalmente pagado, de ahí la orden de Cristo, lo han recibido regalado, asimismo regalado lo van a entregar.

El Señor Jesucristo no usó ninguno de los anteriores sistemas de gobierno, el inició su ministerio bajo el gobierno teocrático. La democracia es el gobierno del pueblo, y los líderes se eligen por mayoría, pero tiene sus problemas ya que los líderes se pueden anquilosar en los puestos, después, la que sufre es la obra de Dios por un estancamiento o por falta de visión.

Para Meditar: Aunque el evangelio es por gracia, tuvo un precio, pagado primeramente por Jesucristo y enseguida por todos aquellos obreros de todos los siglos que a partir de este pasaje que nos ocupa, se sigue predicando solventando un precio de tiempo, persecuciones, luchas, horas-hombres traducidas en finanzas para sostener a los obreros, de la misma manera que leemos en los cuatro evangelios y en las demás epístolas del NT. Compartir el evangelio, discipular a la gente, dar consejería a las familias, en fin, todo lo que implica hacer iglesia y establecer el reino de Dios en esta tierra, cuesta trabajo. En medio de todo esto, el evangelio continúa siendo gratuito.

“No os proveáis de…” La vida del obrero de Dios es una vida de confianza plena en que él suplirá todas las necesidades que se presenten en el ministerio. Nuestros pioneros predicadores en Latinoamérica lo sabían bien, algunos fueron llamados solteros, otros ya con familia, los unos y los otros salían a los cuatro puntos cardinales a predicar este evangelio de poder con plena certidumbre que el que los llamó, también los capacitó y sería su provisión y su protección.

Como se ha dicho, todos los discípulos fueron llamados de sus respectivas labores, todos estaban trabajando, ni uno solo era un perezoso, eran hombres activos y proveedores para sus familias. Como en la parábola, algunos fueron “contratados” en las primeras horas de la mañana, otros al mediodía y los últimos, casi al cerrar el día. Así ha sido con nosotros, “hemos entrado a las labores de otros”, no existe jactancia ni menosprecio a los insignes ministros del pasado, sino reconocimiento pleno a sus labores y sacrificios.

En esta parte de las instrucciones, el Señor Jesucristo, les ordena que no lleven cosas que les puedan estorbar en el camino. Les dice también que no se preocupen por lo que han de necesitar para su sustento mientras están haciendo la obra de Dios y les dice por qué, “porque el obrero es digno de su salario”. No quiere decir que en cada ciudad los iba a estar esperando un cheque como pago a sus días invertidos, sino que, en cada pueblo, aldea y ciudad, Dios sería su proveedor a través de personas que los sustentarían, como realmente sucedió.

Para Meditar: “Y si la casa fuere digna…”, los discípulos debían de investigar en cada ciudad quienes podían recibirles en sus hogares para hospedarles y proporcionarles sus alimentos. Es esa responsabilidad compartida que Jesucristo siempre busca entre los que hacen la obra de Dios y los beneficiarios de la misma. Normalmente en Latinoamérica siempre se encontrará esa solidaridad entre la población cuando llegan a sus núcleos habitacionales obreros a predicarles la palabra de Dios.

¿Cómo se mide la dignidad de la persona para recibir el evangelio? No se mide por su estatus socioeconómico, carisma o superioridad ética, sino por la disposición de estar abiertos a apoyar a los enviados de Jesús. El saludo “paz a vosotros” (Lc 24:36) era muy común en los tiempos de Jesús. Así que, Cristo – como siempre- deja abierta la posibilidad de la respuesta de cada hospedador, si los predicadores llegaban a un hogar y no había dignidad en esa casa, ellos podían retirarse sin mayor problema y buscar otro lugar que los quisiera recibir.

Esta práctica del amor cristiano, siempre demandará una de las dos respuestas, podría ser la bendición de lo que escribiera el autor del libro a los Hebreos: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Heb 13:2), con la consecuente bendición de familias transformadas o la condenación de ese pueblo o ciudad que no les quiso recibir.