Mateo 15:7-9 “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”.

La generación corrupta enseñó a los más jóvenes a transgredir la Ley bajo la máscara de piedad y devoción, por esa razón fueron llamados hipócritas. El profeta Isaías describió la condición espiritual de Judá (Is 29:13), su fidelidad fue verbal mientras que su corazón rechazaba la intervención soberana de Dios. Esa práctica impía fue reprobada nuevamente por Jesús.

Hipócritas (hipocrités, que significa: un actor de teatro que representa un carácter, es decir, persona embustera, falsa), pretendieron ser piadosos, pero en realidad eran perversos. Su adoración fue vana, sin dar honra a Dios, sus tradiciones puramente humanas esclavizadas por rígidas ceremonias y la tradición. Jesús llamó hipócritas a los fariseos porque disimulaban sus obras, y su corazón no era sincero. Con pretexto daban culto a Dios, sin embargo, solo deseaban amontonar para sí grandes riquezas.

La relación entre la tradición humana y las Sagradas Escrituras ha sido uno de los temas más controversiales en la historia eclesiástica. Por ejemplo, el catolicismo romano elevó la tradición a un nivel comparable o superior al de las Escrituras, tomando la misma tradición como guía de interpretación para la palabra de Dios. Cabe recalcar, que todos los grupos religiosos –y aún los evangélicos- tienen tradiciones, por ello es conveniente hacer un análisis constante a la luz de la Biblia, pues solo ella debe juzgar todas las tradiciones y no a la inversa.

Para Meditar: ¿Encontraremos tradiciones en la iglesia evangélica que no se basan en la Palabra de Dios? Examinemos el estado de nuestro corazón, cualquier práctica religiosa será inútil si no dejamos el pecado. La alabanza y la adoración verdadera surgen de lo más profundo del corazón, de la misma forma deben surgir nuestras promesas a Dios.