El joven rico (Mr. 10:17-31; Lc 18:18-30)

Mateo 19:23-30 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible. Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.
Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”.

En la palabra de Dios existen serias advertencias del peligro de las riquezas en la vida del ser humano. En la parábola del sembrador Jesús enseñó que aun desde el inicio de la vida cristiana, cuando apenas está siendo sembrado el evangelio, el engaño de las riquezas está presente para oponerse a una vida plena en Cristo: “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mt 13:22).

En el manual de trabajo para el ministerio que Pablo preparó para su discípulo Timoteo, le escribió: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Tim 6:9,10). Jesucristo toma el incidente con este joven rico y lo usa como parábola para dejar este mensaje indeleble: “que las riquezas de este mundo no te impidan ver tu necesidad espiritual y la salvación que solo Cristo puede dar.” Sin duda que la salvación es para todo el mundo, pero las personas que tienen resuelto su futuro financiero creen no necesitar la ayuda espiritual para obtener la salvación por gracia.

Nota Doctrinal: ¿Quiénes pueden obtener la salvación? En teoría y de acuerdo a la palabra de Dios, toda persona que invoque el nombre de Jesucristo puede alcanzar la salvación por la fe en él. En la práctica y como lo enseña este pasaje puede haber personas que confiando más en sus riquezas no puedan acceder a la vida eterna, el apóstol Pablo lo previno: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”. (1 Tim 6:17-19).

De ahí la exclamación de Jesús: “…difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos…”. Recordemos que el tema de la riqueza para los judíos era importante, Jesús les dice a sus discípulos que es difícil pero no improbable que un rico confíe en Cristo y no en su fortuna. Las bendiciones de Dios estaban prometidas desde el lejano Deuteronomio 28, bajo las dos opciones: la bendición de prosperidad y de protección de Dios, lo cual era la primera opción para su pueblo escogido y la opción dos, que tenía que ver con la maldición, ambas, de acuerdo a la palabra de Dios los iban a alcanzar. Habría que notar también que la prosperidad inconmensurable prometida al pueblo escogido de Dios, estaba condicionada a la obediencia de éste, lo cual se puede comprobar con la lectura del Antiguo Testamento.

Para Meditar: Jesús introduce una vez más el tema de su reinado futuro, “cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria,” es un hebraísmo, el cual en el original griego significa literalmente “su glorioso trono”. En este sentido Jesús habla del establecimiento de su reino en su segunda venida, la cual es una promesa esperada por la cristiandad de todos los tiempos y lo hace como respuesta a la pregunta de Pedro: ¿vale la pena servirte y seguirte Jesús? “Nosotros lo hemos dejado todo…” ¿qué obtendremos? Es probable que muchas personas escondan este tipo de sentimientos y de preguntas, pero Pedro no, aborda el tema en el contexto de todo el discurso de Jesús que tenía que ver con los ricos y su confianza en las riquezas.

Pedro interviene cuestionando a Cristo y recibe una extraordinaria respuesta: “ustedes recibirán bendiciones terrenales y también recompensas celestiales”. Vale la pena servir en el reino de Jesucristo, sí, la bendición es grande, pero también lo es el costo y es dejarlo todo por seguir a Jesús, cuando menos fue lo que hicieron Pedro y sus condiscípulos. Lo grandioso es que el mismo Jesús amplía el número de participantes en los galardones: “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.” Aquí se incluye pues, cualquier persona que ponga a Cristo en primer lugar en su vida, le acepte como salvador y señor de su vida y viva como un discípulo de él.

¿Quiénes son los primeros y quienes los postreros? Los obedientes y fieles. Este concepto es aclarado en el siguiente capítulo en la parábola de los obreros de la viña. Lo que importa es obedecer en el momento del llamado y ser fieles a la encomienda. Dios jamás se queda con nada y aunque nuestra relación con él no sea a través de un contrato laboral, sin embargo él ha sentado principios en su reino que tienen que ver con las recompensas a todos aquellos que le sirven con amor y pasión.