Mateo 5:6 “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.”

El abuso de las autoridades sobre el pueblo judío era notable. Los funcionarios romanos excedían las cuotas de impuestos que asignaban a los publicanos para obtener ganancias deshonestas. Los publicanos por su parte también imitaron esta práctica haciéndose ricos a costa de la injusticia (Lc 3:12-13). Por otra parte los lideres religiosos solían abusar del poder y en lugar de impartir la ley con justicia, solían exigir a la gente más de lo que ellos mismos podían llevar (Mt 23:4). Bajo estas circunstancias la desesperación por el hambre y la sed de justicia se ahogaba en un grito silencioso por causa de la corrupción. No obstante, las palabras de Jesús surgieron aquella tarde como gotas de agua para el sediento y esperanza para una multitud que anhelaba la equidad.

“Serán saciados”. La justicia de Dios siempre es mejor que cualquier intento humano de hacerse justicia por la propia cuenta. La gente puede fallarnos, y nos convertimos en victimas de sus faltas. Puede ser que nos hayan robado, o que nos hayan mentido y que nuestro deseo de venganza nos inquiete. Pero recordemos que solo Dios puede cobrar, y solo Él puede pagar (Rom 12:19). La justicia de Dios esta sobre los justos (Sal 34:15), y Él finalmente conseguirá llenar todos nuestros vacíos, que seguramente será más que suficiente como para saciar toda hambre y sed de justicia. Y también por ello somos dichosos.