Mateo 6:9-15 ”Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

Era común que cada maestro dirigiera a sus discípulos en lo relativo a la forma de llevar la espiritualidad, para este tiempo Juan el Bautista ya había dejado un precedente enseñando a orar a sus discípulos, por lo tanto, los discípulos de Jesús también le piden a su Maestro que haga lo propio, Lucas es quien registra este hecho en su evangelio (Lc. 11:1).

El Maestro retoma los elementos familiares a sus discípulos para llevar a cabo esta tarea y utiliza un estilo de oración muy practicada por los judíos denominada “kaddish”, que incluía líneas de exaltación y reconocimiento al nombre de Dios, ellos deseaban que el Reino de Dios se estableciera sobre cualquier otro (Ez. 39:7), para que todo el mundo experimentara justicia, paz y salvación.

La oración que presenta el Señor Jesús está conformada por dos grandes apartados, el primero tiene que ver con el establecimiento de las normas del Reino (vv. 9-10), y la segunda con aspectos de la vida cotidiana aquí y ahora (vv. 11-13).

“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

“Padre”. πατήρ (patēr), πατρός (patros), igual a padre progenitor, también alguien de rango superior, un título de Dios.

Para Meditar: Qué bendición experimenta el creyente cuando puede referirse a Dios como su Padre, en una relación tan cercana que puede quitar todas las barreras que pudieran atravesarse y reconocer a Dios como un padre amoroso que siempre está dispuesto a escuchar a sus hijos, dando con esto la oportunidad de que aun aquellos que han carecido de un padre terrenal puedan conocerle como tal.

Por otra parte, es necesario dejar en claro que nuestra perspectiva de la paternidad es una sombra de lo que en realidad es, Dios es nuestro Padre pero a la vez mantiene su santidad y normas altas para los hijos del reino, es aquí donde han surgido doctrinas alejadas de la Palabra, pues hay quienes afirman que la gracia del Padre es sin límites, donde el hijo puede hacer lo que le parezca y no tendrá por qué haber consecuencias al pecado.

Lo cierto es que la gracia del Padre es grande y perdona todo pecado del hombre, cuando hay un genuino arrepentimiento (1 Jn 2:1), pero la Biblia también presenta a un padre que corrige a sus hijos (He 12:5,7) con el propósito de ir formando su carácter en nosotros.

Al iniciar la oración se camina en confianza, pero necesariamente se llega al punto de reconocer quién es quién; nosotros terrenales y finitos, el Padre está en los cielos y es eterno. Cuando la Palabra menciona cielo en este pasaje se está refiriendo a la morada de Dios, a ese lugar desde donde su gloria lo llena todo y donde Cristo está sentado a la diestra del Padre cumpliendo su función de intercesión por todos los santos (Ro. 8:34), pero habla también de su santidad, requisito indispensable para gozar de su presencia.

En el tiempo de la Ley no pudieron conocer al Padre en esta relación cercana e íntima. Él se comunicaba con los profetas, sacerdotes o reyes y estos a su vez con el pueblo, hoy la responsabilidad del creyente es grande ya que tiene acceso directo a su presencia y debe estar consciente del valor de semejante bendición producto de la gracia de nuestro Dios.

“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.  El tema del reino es tratado ampliamente en la Palabra y tiene dos vertientes. La primera es pedir al Padre que su autoridad venga a la persona como un acto de sumisión a los parámetros establecidos por él, y permitir que la vida del discípulo sea guiada por la voluntad del Rey. Una de las frases que marca la conducta de los súbditos de ese reino es aquella que el Señor Jesús mencionaba constantemente “pero entre vosotros no será así”, lo que habla de normas de conducta tan altas que sólo con su ayuda se pueden alcanzar, es el establecimiento del reino espiritual en la vida del hombre.

Nota Doctrinal: La segunda vertiente es escatológica, tiene que ver con el establecimiento literal del reino de Dios en la tierra, donde este reino no tendrá fin (Lc. 1:32-33). Cabe destacar que los discípulos pensaban que el Señor Jesús lo haría en su tiempo, por ello constantemente les declaraba “mi reino no es de este mundo”.

La llegada del reino de Dios en forma literal a este mundo forma parte de la esperanza que todo creyente alberga en su corazón, cuando su Rey aparezca en las nubes en la segunda venida. Para los creyentes pentecostales este evento forma parte uno de sus cuatro puntos cardinales de fe “Cristo viene”.

“Voluntad” es la traducción del término griego thélema. Esto significa que lo que Dios ha planeado se lleve a cabo. Dicha voluntad se lleva a cabo en el cielo de una forma absoluta y cuando “uno” no estuvo de acuerdo fue lanzado junto con sus seguidores. Cuando al orar se pide que de esa misma forma se cumpla en la tierra su voluntad se refiere a que los propósitos divinos dirijan la vida personal en forma absoluta (He. 13:20–21).

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”.  Este es un permiso divino para que las necesidades del ser humano puedan ser expuestas delante de él. Todo israelita al mencionar esto era remitido a la forma en que el pueblo de Israel fue sustentado divinamente por el maná, alimento que se recogía un día a la vez prohibiendo su almacenamiento salvo para el día de reposo.

Para Meditar: Así como el pueblo de Israel fue sustentado por su Dios Jehová de los ejércitos en su peregrinaje por el desierto, el creyente actual descansa en esa misma fe y confianza que su Padre celestial sigue siendo su proveedor y puede tener total dependencia en él.

“Y perdónanos nuestras deudas”. Deuda: opheilēma. Hace referencia a una cantidad que se adeuda, pero otra interpretación que es la que se aplica en este caso, es para definirla como pecado.

No se puede pensar que alguna oración estará completa sin que el hombre se ponga a cuentas con Dios. Como humanos siempre estamos expuestos a pecar ya sea de palabra o de hecho, sin embargo, se debe confiar que el corazón humillado y sincero siempre encontrará aceptación de su Dios, lo único que puede romper esta relación es el pecado (Is 1:18; 1 Jn 1:9) pero para esto hay solución, y es el arrepentimiento.

Para Meditar: El que apela a la misericordia de Dios para ser perdonado necesita estar seguro que ha hecho lo propio con aquellos que le han ofendido, el perdón en forma horizontal; es decir, entre unos y otros. Y jamás podrá compararse con la deuda tan grande que de forma personal se tenía con Dios, sin embargo, él nos ha perdonado y espera que sus hijos tengan la capacidad de perdonar acciones mucho menores, de ahí la parábola del siervo malvado presentada por el Señor Jesús (Lc. 18:23). El discípulo de Jesús perdona como parte de su nueva vida y sobre todo confiando que no lo hace en sus fuerzas sino con el poder del Espíritu Santo que mora en él.

Texto Controversial: Cuando dice: y no nos metas en tentación, el énfasis de este versículo está en pedir la protección de Dios en contra del enemigo de nuestras almas, quien busca cada vez con más ahínco la manera de engañar a los creyentes; sin embargo, algunos aseguran que Dios es el que mete en tentación a sus hijos, nada más alejado de la verdad ya que la Palabra es clara cuando dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Stg. 1:13). Sumando a lo anterior está la acepción que se le da al término “tentación” como “prueba”, y es entonces cuando entendemos que las pruebas para los hijos de Dios son oportunidades de crecimiento tanto en la vida espiritual como de fe.