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Incredulidad de los judíos, 12:37-43  

Jn 12:37-40 "Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor? Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan y yo los sane.”

El propósito de las señales era para que la gente creyera que “Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios,” de esta manera recibirían la “vida en su nombre”, (Jn 20:31).

A pesar de todas estas señales, varias veces le pidieron a Jesús que les mostrase señal para poder creer, (Jn 2:18; 6:30).

El plan para matar a Jesús fue resultado directo de sus obras, (Jn 11:47-53).

“no creían en él;” Las profecías, anunciaban la potencia de la incredulidad durante el ministerio de Jesús (Is 6:9, 10; 53:1). Ninguna de las múltiples evidencias logró convencer a los líderes religiosos y a la gran mayoría del pueblo de Israel acerca de que Jesús era al Mesías.

Algunos podrían interpretar de manera superficial y decir que Dios endureció, cegó y confundió a los receptores del mensaje. Sin embargo, el sol que derrite la cera, es el mismo que endurece el cemento.

Para ese momento, ya había mencionado el escritor sagrado en seis ocasiones que Faraón endureció su corazón (Ex 14:8), “como Jehová había dicho”. Dos ocasiones entes de que empezaran las plagas, Dios le había dicho a Moisés que él iba a endurecer el corazón de Faraón, pero en el proceso de las plagas en seis ocasiones dice que Faraón endureció su corazón.

Cuando el hombre decide seguir el camino malo, de la incredulidad, Dios lo deja a su propia decisión, lo entrega a sus propios deseos, (Ro 1:24, 26, 28). En ese sentido es que Dios “endurece” el corazón de los hombres.

Nota sobre Texto Controversial. ¿Es Dios el responsable de la incredulidad?
Aunque pareciera darse a entender que el causante de la fe o de la incredulidad es Dios, en realidad al mirar con cuidado el evangelio de Juan encontramos que es el hombre el responsable verdadero de creer o no creer.

La enseñanza de Jesús se impartía de manera general, todos escuchaban las mismas parábolas, todos veían los mismos milagros, recibían las mismas enseñanzas. Las multitudes eran el auditorio y testigo presencial del ministerio de Jesús. La invitación frecuente de Jesús para que la gente oyeran con atención, es muy repetitiva: “el que tiene oídos para oír, oiga”, (Mt 11:15; 13:9, 43 y paralelos). Jesús ponía mucho énfasis en esto, como diciendo, escuchen con atención (Mr 4:24; Lc 8:18).

Siempre hubo un grupo de oyentes atentos, los temerosos de Dios. Ellos oían con atención el mensaje. Pero la mayoría, los incrédulos, los que no tenían temor de Dios, no prestaban la atención debida (Jn 8:47). Por esta razón Jesús hizo la aclaración: “a vosotros los que oís”, (Lc 6:27). A quien tenía interés por la doctrina, y trataba honestamente de entender el mensaje, Jesús le explicaba en detalle, (Lc 8:9, 10; Jn 3:1-10).

En la parábola del sembrador, la diferencia entre la semilla que fue sembrada junto al camino, la cual vinieron las aves y se la comieron, y la semilla que fue sembrada en buena tierra y dio fruto abundante, nos ayuda a entender. La diferencia está en que, en el primer caso, el oyente no entendió la Palabra y en el segundo caso, si la entendió, (Mt 13:19-23; Mr 4:15-20; Lc 8:12-15). Los primeros, solo oyen, no ponen atención. Los últimos, oyen, retienen, perseveran y guardan con corazón bueno y recto la palabra escuchada. Así, no es Dios quien decide quien se endurece o quien recibe el mensaje.