Con esta enseñanza práctica, Jesús les dio una lección objetiva, no como una liturgia u ordenanza; sino para que observaran siempre una actitud desinteresada y humilde, que les sirviera para ministrar la Palabra de Dios a los que les rodearan. El apóstol Pablo después lo diría con otras palabras, “servíos por amor los unos a los otros” (Gá. 5:13). Ellos aprendieron con este maravilloso ejemplo como ellos deberían hacerlo los unos a los otros. Juan Crisóstomo uno de los padres de la Iglesia de fines del Siglo IV dijo: “"La humildad es la raíz, madre, enfermera, fundamento, y lazo de toda virtud."
En la antigüedad la humildad fue vista como debilidad y se despreciaba, pero el Señor enseñó que ese es el camino a la gloria e invitó a aprender de él: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;” (Mt 11:29)
Para meditar: Jesús con esta lección también les enseñó el principio de poner en práctica lo que se sabe. Santiago 4:7 recuerda que “Saber y no hacer es pecado”. Al practicar lo observado, así como por otros ejemplos dados por el Maestro les indicó que el servicio obediente traería la felicidad cristiana, que eso debería ser una característica de los siervos de Dios, líderes y creyentes. No era suficiente saber hacerlo, sino realizarlo, llevarlo a la práctica (Mt 7:24,25).