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La tristeza se convertirá en gozo, Jn. 16:16-24.

Jn 16:20-22 “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo".

En ningún momento Jesús prometió a sus discípulos tener una vida fácil o exenta de problemas y sufrimientos. Iban a pasar por días tristes a causa de su muerte. Los discípulos, al pensar que todo se había perdido, llorarían en voz alta como era la costumbre de la época (Mr 5:38). Entre tanto, el mundo se alegraría al mirar que había ganado la batalla contra Cristo. Jesús no se detuvo en este punto, sino agregó: “vuestra tristeza se convertirá en gozo”.

Para explicar el tema de que la tristeza se convierte en alegría, Cristo ocupa la figura de la mujer que da a luz un hijo. Cuando la mujer da a luz (ha llegado su hora) debe pasar momentos de angustia y dolor natural, pero son cortos. Cuando el niño nace, ella olvida el dolor y sufrimiento, la razón: ha tenido el privilegio de traer al mundo un hombre. Su dolor es corto pero su alegría es para siempre. Esta bella metáfora donde el dolor es cambiado en gozo, la toma Jesús del Antiguo Testamento donde es empleada a menudo (Is 21:3; 26:17; 37:3; 66:7; Os 13:13).

Con esta ilustración el Señor Jesús les promete a sus discípulos un gozo que nadie jamás podrá quitarles. La fuente de este gozo está en la promesa: “pero os volveré a ver”. ¿Cuándo sería esto? El día que Jesús resucitó, un ángel les dijo a las mujeres que habían ido al sepulcro: “No está aquí, pues ha resucitado, …e id pronto y decid a sus discípulos… va delante de vosotros a Galilea, allí le veréis” (Mt 28:5-7).

Sus discípulos le vieron durante cuarenta días, les acompañó camino a Emaús, comió con ellos, les mostró sus manos y costado, les enseñó y dio instrucciones (Lc 24:13-49; Jn 20:19-21:17). Después, una nube lo tomó y llevó al cielo (Hch 1:10-12). La tristeza había pasado, ahora tenían gozo. Pero este gozo fue completo con el derramamiento del Espíritu Santo (Hch 2:1-4). Los que antes no entendían las palabras de Cristo, ahora empezaron a proclamar su mensaje a las multitudes, y declarar que: “a este Jesús a quién vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hch 2:36). Ahora su gozo se ha cumplido (Jn 15:11).