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Yo he vencido al mundo, Jn 16:25-33.

Jn 16:25-28 “Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre".

Hasta ahora, Jesús ha tenido que hablarles a sus discípulos por alegorías (figura retórica que consta de varias metáforas unidas representando cada una de ellas realidades correspondientes) primero, porque los discípulos eran incapaces de comprender las cosas del Espíritu antes de haberlo recibido (1 Co 1:14,15) y segundo, si les hubiera dicho todo lo que iba a suceder se habrían entristecido aún más.

Después de la venida del Espíritu de verdad, ellos serían capaces de entender todas las enseñanzas acerca del Reino de Dios. La palabra “claramente” significa “hablar francamente, sin esconder nada”.

Jesucristo confirma con estas palabras lo antes dicho acerca de la oración. Cuando el creyente ora en el nombre de Jesús, no debe hacerlo teniendo en mente que Cristo es un intermediario que rogará a favor del hombre ante un Padre airado. Dios ya no está airado con el creyente, pues Jesucristo lo ha justificado y ha hecho la reconciliación entre ellos (Dios-Hombre) (Ro 5:1) (La palabra griega que es traducida “rogaré” expresa una petición hecha sobre la base de la comunión existente). La relación que ahora existe entre el creyente y Dios Padre es de amor y confianza, por eso “no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros”. ¿Cuál es la razón del amor de Dios hacía el creyente? “Vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios”.

Nota Doctrinal: El versículo 28 es un maravilloso resumen de la vida del Señor Jesucristo. “Salí del Padre” habla de su pre-existencia; “he venido al mundo” su encarnación y ministerio terrenal; “otra vez dejo el mundo” se refiere a su muerte; y “voy al Padre” de su ascensión.