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La plenitud del Espíritu en el creyente, 4:14-39  

Jn 4:14 “más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar" 

Lo que la samaritana había buscado por tanto tiempo ahora está frente a ella. Lo primero que se debe hacer para disfrutar del agua viva es reconocer que se tiene sed: “el que bebiere”. El agua está disponible, pero si el sediento no reconoce que tiene sed, que es pecador, no tendrá ningún efecto en él (Sal 32:5; Jr 14:20; Prov 28:13; Sal 106:6; Ex 9:27). Segundo, debe acercarse y tomar. Estas son acciones del sediento. Esta es la invitación constante de Dios hacía el hombre: “VENID” (Is 1:18; 55:1; Jn 1:46; Mt 11:28) Y tercero, se debe venir a Jesucristo: “yo le daré”. Nadie, solamente Jesucristo es capaz de ofrecer tal bendición (Jn 14:6; Hch 4:12; 2ª Ti 1:9).

Quien bebe del agua viva obtendrá dos beneficios: 1) “será en él una fuente”. Si el pozo de Jacob había durado tanto tiempo y aún tenía agua para ofrecer a quienes se acercaban a él, cuanto más el Hijo de Dios, puede saciar la sed de los hombres que se acercan a él. La Biblia de las Américas dice: “pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente que brota para vida eterna”(Jn 4:14). y 2) “tendrá vida eterna”. No es solo para esta vida terrena, va más allá. ¿Qué es la vida eterna? Jesús lo explicó y dijo: “y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado”( Jn. 17:3).

La fe no es solo creer (algo teórico) conlleva acción. La samaritana quien aún no entiende completamente el concepto, declara su necesidad de agua: “dame de esa agua”. Aquí está el primer paso, reconocer, aunque ella mezcla el ámbito espiritual y el físico: “para que no venga aquí a sacarla” (vr. 15). Esta clase de agua no estaba en el pozo, no se encuentra en un lugar específico, el agua viva es el Espíritu Santo.

Nota Doctrinal: En el Antiguo Testamento el Espíritu Santo moraba solo en algunos hombres. Tenemos a David cuando, reconoció el pecado que había cometido y expreso en el Salmo 51: “y no quites de mí tu santo Espíritu… vuélveme el gozo de tu salvación” (vrs. 11,12). El rey Saúl quien después de ser ungido como rey de Israel por el sacerdote Samuel, éste le dice: “En ese momento el Espíritu de Dios vendrá sobre ti y te pondrás a profetizar junto con ellos. A partir de entonces tu vida cambiará por completo”(1ª S. 10:6 TLA). En el libro del profeta Joel, Dios anuncia la venida de su Espíritu sobre toda carne (Joel 2:28). En los evangelios Jesucristo afirma, ocupando la figura del “agua viva”, que el Espíritu Santo estará en todo aquel que venga y beba de él (Jn. 14:16,17; 16:7,8,13-15; Hch. 1:8).

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, nos percatamos de esta promesa hecha realidad en la vida de los discípulos de Cristo. En la fiesta del Pentecostés ciento veinte discípulos tomaron de ésta “agua viva” y empezaron a hablar en otras lenguas (Hch.2:1-4). Después, el “agua viva”, el Espíritu Santo, se convirtió en “la fuente que brota para vida eterna”. Por lo tanto, los discípulos empezaron a dar a conocer a otros las “buenas nuevas de salvación”, logrando que muchos creyeran en Jesucristo, el Hijo de Dios y así creció la iglesia del Señor (Hch.2:40,41; 4:4 31; 6:7). En la actualidad, el “agua viva” sigue disponible para todo aquel que reconozca su necesidad y desee tomar de ella.

Los versículos 16 al 18, nos hablan de una fe que reconoce y acciona. “Ve, llama a tu marido” le dijo Jesús. La mujer contesta con la verdad: “No tengo marido”. Para que el hombre y mujer puedan beber del agua viva se requiere transparencia y reconocimiento de lo que se es y se hace (Sal. 90:8). Jesucristo le dice: “esto has dicho con verdad, no tengo marido”.

Había un desorden moral en la vida de la mujer. “Cinco maridos había tenido”: nos habla de lo fácil que era disolver el matrimonio en esa cultura. Por eso y otras desviaciones, los samaritanos no eran apreciados por los judíos. También nos dice que la mujer estaba buscando aceptación y amor. “El que tienes no es tu marido”: Estaba viviendo en unión libre. Jesús muestra su amor al no reprocharle su liviandad moral. Le da confianza para continuar con la charla.

La samaritana pasa de lo moral a lo religioso. “¿Dónde se debe adorar?” (vrs. 19,20). Es lo que hacen muchos actualmente, como no desean enfrentarse a su pecado, sacan un tema controversial y así desviar la conversación. La respuesta de Jesús, es una notable enseñanza y una reflexión correctiva sobre la adoración.

Los samaritanos practicaban una adoración tan mezclada y confusa, como la raza a la que correspondían (2ª R. 17:24-41). En contraste los judíos tenían la revelación del verdadero Dios y dejaron de practicar la idolatría desde su regreso del exilio. Sin embargo, la adoración judía estaba limitada a un lugar.