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El paralítico de Betesda 5:1-27, La autoridad del Hijo, Jn 5: 19-29 

Jn 5:19-23 “Respondió entonces Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis. Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió"

Este pasaje es una parte del discurso general que dio Jesús para argumentar su relación de Hijo con Dios su Padre (5:19-47). Este discurso pudo haber sido dirigido a los judíos cultos, probablemente a los fariseos y escribas, ya que es un disertación teológica y profunda. La idea principal es que el Padre y el Hijo son uno y que, por lo tanto, el Hijo es el Ungido de Dios, el Mesías (Isaías 35:6; Jeremías 31:8,9). No hay diferencia entre ellos. Se presenta la UNIDAD del Padre e Hijo. Los puntos están basados en los “PORQUE´S”, en las razones para atestiguar esto.

Hay unidad e igualdad “Porque”:
1. Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente (5:19). El Hijo es igual al Padre en “poder”, pues TODO lo que hace el Padre también lo hace el Hijo y, son uno en todo lo que hacen. El Hijo es omnipotente como el Padre, y a la vez dependiente de él. Su poder no está en competencia con el del Padre; todas sus acciones están en humildad y sujeción a Dios Padre.

2. El Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él hace (5:20). Son iguales, Padre e Hijo, en conocimiento. Todo lo que el Padre hace, lo sabe el Hijo, no hay secretos entre ellos. Su unidad se basa en que existe plena confianza y amor entre ellos (Mt.11:27.

3. Como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida (5:21). Hay igualdad en la capacidad que poseen al dar vida a los muertos (1º. Reyes 17:21; 2º. Reyes 4:33-35; Juan 11:40-44; Lucas 7:11-17; Apc.1:17,18).

4. El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo (5:22,27). En el Antiguo Testamento se menciona que el único que puede juzgar a los hombres es Dios. Deuteronomio 1:17 dice: “… no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que fuere difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré” (Sal. 75:7). En el pensamiento judío posterior, esta función de juzgar fue una prerrogativa del Mesías, cuando trajera la nueva era de Dios (Is. 11:4).

La primera conclusión y propósito de este profundo discurso es: “para que todos honren al Hijo como honran al Padre” (5:23). Esta es la razón por la que el Padre ha entregado al Hijo el poder de juzgar: que sea honrado igual que el Padre. Para los oídos de los judíos esto era una blasfemia, pues en el Antiguo Testamento dice: “… y mi honra no la daré a otro” (Is. 48:11). Por lo tanto, el Hijo es Dios y el Padre desea que se le dé la misma honra que se le otorga a él. No honrar al Hijo es no honrar al Padre.