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Cuatro testimonios en favor de Cristo, 5:33-47
1) Juan el Bautista 5:33-35
 

Jn 5:33-35 “Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y el dio testimonio de la verdad. Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; más digo esto, para que vosotros seáis salvos. Él era antorcha que ardía, y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz."

El primer testigo que menciona es Juan el Bautista. Antes de hablar del testimonio del Bautista, Jesús hace un reclamo a los judíos: “ustedes enviaron mensajeros a Juan y él dio testimonio”. En repetidas ocasiones el Bautista dio evidencia de él: 1) A los sacerdotes y Levitas enviados por los judíos que preguntaron: ¿“y tú quién eres? (Jn 1:19); 2) A los enviados de los fariseos que preguntaron: ¿por qué bautizas sino eres el Cristo? (Jn. 1:25,26); 3) A los que le escuchaban en el rio Jordán y dijo: “He aquí el Cordero de Dios… vi al Espíritu descender y permaneció sobre él” (Jn. 1:29,32); y 4) A dos de sus discípulos les dijo: “He aquí el Cordero de Dios” (Jn. 1:35,36). Jesús reconoce el ministerio de su Precursor: “Él era la antorcha”. La antorcha no tiene luz en sí misma, ya que debe ser encendida. Su función es alumbrar y señalar.

Isaías 40:3 describe el ministerio de Juan: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová, enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios”. Juan el Bautista anunció el arrepentimiento y el volver a Dios. El pueblo había, durante casi cuatrocientos años, dejado de escuchar la voz de Dios. Era un pueblo frio espiritualmente. Juan vino, con un mensaje ardiente del corazón de Dios. Además, la antorcha tiende a apagarse. Jesús dice que Juan “era la antorcha”. El verbo “era” expresa que Jesús tenía conocimiento que Juan estaba encarcelado o incluso había muerto.

El Señor menciona la fragilidad de los judíos: “y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz”. Al inicio del ministerio del Bautista muchos venían a él y escuchaban con atención sus palabras, les había agradado su mensaje. Pero solo fue por “un tiempo”, pues al escuchar el mensaje de arrepentimiento que predicaba Juan, se apartaron de él (Mt 3:5-8).