Una vez más Jesús declara que él procede de Dios, del Dios que “es verdadero”. La frase de Jesús en el v. 28, más que una declaración, parece ser una pregunta que aflora cierto sarcasmo, como si preguntara: ¿ustedes a mí me conocen, y saben de dónde soy? Ellos apelaban a su conocimiento del Jesús según la carne, pero ignoraban por completo al Jesús divino, el que había descendido del cielo (6:51), el que procedía del Padre, a quien Dios había enviado (5:18). A este Dios, ellos no conocían, porque ignoraban las señales y el tiempo que acompañaba a Jesús; pero él podría exclamar con tranquilidad: yo sí “le conozco, porque de él procedo, y él me envió”.